martes, 14 de agosto de 2007

I.






-Arya...

Como cada noche el mismo nombre, la misma voz suave, irreconocible y a la vez tan familiar. Su cabeza daba vueltas en torno a aquel nombre...

-Arya, ese es mi nombre, esa soy yo?

Las mismas preguntas, clavadas como espinas, en su interior..Un escalofrío recorría su espalda y las lágrimas se deslizaban, silenciosas, por sus mejillas. Como cada día, aparte de ese nombre, no conseguía recordar nada.

Desde que llegó al bosque su vida se había basado en la naturaleza. Los animales, los árboles, ... le habían enseñado todo lo que sabía o eso creía ella, cómo más tiempo pasaba en los bosques, más cómoda se sentía. Vagaba sin rumbo por los bosques, como lobo por su territorio, no temía, sabía que los animales la protegerían y sino Roran, su mentor y maestro.

Roran, la encontró un día al lado de un árbol, temblando, el hombre no supo deducir, en la mirada de Arya, que le ocurría. Aunque era uno de los hombres más sabios entre los Druídas, sintió impotencia ante la mirada vacía de la elfa... Los ojos, negros de Arya, eran tan profundos y misteriosos que, por un momento, Roran sintió fascinación.
Pasaron semanas enteras antes de que Arya cogiera confianza en Roran pero éste sabía que Arya sería indomable, siempre libre igual que un lobo solitario.

Habían pasado meses desde que Roran vio por primera vez a Arya pero fue ese día cuando se enamoró de Arya. Su silueta se dibujaba entre las sombras, apoyada en un árbol; su pelo, color plata, brillaba con más intensidad bajo al luz de la Luna Llena y su mirada estaba fija en la luna, buscando respuestas imposibles. Sus miradas se cruzaron, por un momento, y en su rostro podían contemplarse lágrimas, deslizándose por su inmaculada cara. Roran se acercó a ella y la abrazó.

-Encontrarás respuestas pero no aquí.

Arya le miró, sus ojos se clavaban en los de Raron, como dagas, buscando respuestas de algo que sólo ella sabía. Por mucho que mirara aquellos ojos verdes nunca conseguía averiguar lo que escondían, hasta esa noche. Acercó sus labios a los de Roran y le besó, se fundieron en un tierno beso que parecía haber detenido el tiempo.

-Entonces he de irme

Se separó de él y se fundió en las sombras de la noche, sin mirar atrás un leve susurro, fue impulsado por los vientos hasta Roran

-Encontraré las respuestas de mi vida y volveré, maestro.

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