martes, 14 de agosto de 2007

VII.

Desde que hubo encontrado la Esmeralda, su vida se cernió en un laberinto sin salida. Un eterno camino hacía algo que ni ella misma podía predecir, un camino con miles de estribaciones. Aquellos en los que había confiado, le habían traicionado por el ansia de poder y de venganza, mentes cegadas por la debilidad.

Samar...ese anciano la coaccionaba, en sus ojos se podía comprobar que ocultaba más de lo que decía, pero no dejaría que la acorralase en ningún rincón, de su oscura cueva. No reflejaría la inseguridad en sus ojos, ante aquel que la utilizaba como marioneta en el inacabable juego del equilibrio. Jugaba con ella, a su merced, sus palabras eran como víboras en sus oídos; sus silencios eran tan insoportables pero a la vez tan perfeccionados, sabía exactamente lo que debía hacer ante ella. Las palabras justas, elogiaba o insultaba de una manera tan perfecta y determinada que Arya acababa aborreciéndolo.
Arya entraba en su juego, manipulaba las palabras, como el anciano hacía con ella. Su palabras eran reservadas e irónicas, sacaba la información necesaria de aquel anciano pero las dudas abordaban su mente. Resultaba demasiado fácil.

Desde que lo encontró en la posada, el anciano hablaba de las gemas con toda naturalidad, de sus consecuencias y sus poderes. Allí ante tres desconocidos, había confiado ciegamente en sus palabras... por qué? por qué había mandado a tres desconocidos a por las hordas? por qué no recogió él la gema?
Samar siempre supo que esa gema se hallaba en la cueva, custodiada por las Hordas...las preguntas era inacabables en la mente de Arya, las mismas que hacían que desconfiara de Samar.

Excusas incoherente, Samar pretendía algo, pero la mente de Arya no conseguía averiguar el plan. La gema se encontraba ahora en la mesa, al alcance de cualquiera, la cara del anciano reflejaba deseo, brillo, como la cara de un niño con un juguete nuevo, pero los brazos del anciano no se alargaban a tocarla.

- Toma, la gema, no la quiero. Tú la has buscado durante años, es lógico que la tengas tú...no crees?

La ironía desbordaba en la cueva, una ironía ya familiar para ambos. El anciano palideció, deseaba la piedra aunque no la tocara. Arya solo deseaba que cogiera la gema, que la tuviera en sus manos, que pudiera comprobar el poder que tanto había buscado. Quizás pretendía encontrar las respuestas que el anciano no le daba. Pero no lo consiguió, Samar se incorporó e ignoró la gema, hizo elegancia de su ironía...

- Eres una joven demasiado incauta. Para ser druida, no te interesa demasiado el equilibrio. En realidad, sabes de que lado estas?

La paciencia se terminó, su mano recogió la gema, mientras su voz quebraba el silencio antes inquebrantable.

- Haz lo que quieras pero olvídate de mí y de la gema que poseo. No volverás a verme ni a mí ni a la piedra.

Un títere, rebelado, no pensaba ser la marioneta de aquel viejo arrogante, incoherente y loco, lo único que le había ayudado era a encontrar una piedra, la cuál ni él mismo deseaba poseer. Le había proporcionado información sobre las gemas y sus leyendas pero no había hecho nada para ayudarla, simplemente se había ocultado en su cueva, fuera de la vista de todos y resguardado de los peligros.

Un pensamiento cruzó la mente de Arya, fugaz pero delimitado, lo había tenido en diversas ocasiones pero no le había dado importancia...hasta ahora... un escalofrío recorrió su columna y maldijo su insensatez.

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