Sus ojos recorrieron despacio aquel lugar, buscando la presencia de aquel engreído viejo, sus pasos se adelantaron y su cuerpo acabó sentándose en la silla donde siempre lo había hecho. Su mano acarició la detallada mesa, con una sonrisa en su rostro volvió a recorrer cada rincón de la cueva. Los brazos se cruzaron, acogiendo la delicada cabeza de Arya, un suspiro resonó cansado.
(Maldito viejo, engreído y estúpido)
Sus ojos se cerraron recordando lo ya pasado, sus pensamientos eran ríos desbordados por las imágenes, mientras que sus ojos se entristecían por momentos.
Ante ellos, Sammar. Moses se encontraba ahora protegiendo, con su cuerpo, a Arya, Lid se hallaba, invisible, tras el anciano dispuesta a usar su magia en cuanto notará peligro. Sun Ce, aquél hombre con túnica gris, presenciaba la imagen sin alteración alguna. El aire era confuso ante los presentes, mientras que Sammar y Arya hablaban como viejo amigos. Sammar parecía retar a los presentes, como aquél que sabe que ganara la batalla. En el pensamiento de Arya solo se hallaba la protección de aquello que Sammar deseaba, la Esmeralda, y la protección de los presentes.
Moses seguían entre ella y el anciano, Ayra le pedía que se apartara y tras titubear varios minutos lo hizo, manteniéndose en guardia. El arco de Arya apuntó a Sammar; ante ellos, un Baloor protector de su invocador. Una simple oscilación, una leve brisa y el cielo se rasgó centelleante. Lid usaba todos los conjuros que conocía, Moses desenvainaba su estoque al tiempo que intentaba embestir al anciano. Arya, en un intento de desespero, usó sus fuerzas en la transformación. En los oídos de Arya resonaban las preguntas de Sun, era cierto, ambos atacaban por el hecho de que el Baloor había aparecido. Pero sus motivos, ocultos ante ellos, eran otros.
Los minutos se hicieron eternos ante los ojos de Arya, aquél anciano era coaccionado, sus movimientos eran cada vez más lentos y sus fuerzas disminuían. En los ojos de Arya se encontraba ahora el dolor y la tristeza, ante ella Sammar se encontraba en el suelo, rematado por los rayos procedentes de Lid. Dura batalla, vencida, al menos estaban vivos…
Los ojos de Arya volvieron a abrirse, observando la oscura cueva. En su interior tenía el presentimiento de que Sammar se encontraría allí, irónico y engreído como el primer día. Miró hacía la entrada, ninguna sombra, ningún indicio… Quizás el vacío que tenía presente, era la consecuencia de que no podría volver a maldecir a aquél anciano.
(Maldito viejo, engreído y estúpido)
Sus ojos se cerraron recordando lo ya pasado, sus pensamientos eran ríos desbordados por las imágenes, mientras que sus ojos se entristecían por momentos.
Ante ellos, Sammar. Moses se encontraba ahora protegiendo, con su cuerpo, a Arya, Lid se hallaba, invisible, tras el anciano dispuesta a usar su magia en cuanto notará peligro. Sun Ce, aquél hombre con túnica gris, presenciaba la imagen sin alteración alguna. El aire era confuso ante los presentes, mientras que Sammar y Arya hablaban como viejo amigos. Sammar parecía retar a los presentes, como aquél que sabe que ganara la batalla. En el pensamiento de Arya solo se hallaba la protección de aquello que Sammar deseaba, la Esmeralda, y la protección de los presentes.
Moses seguían entre ella y el anciano, Ayra le pedía que se apartara y tras titubear varios minutos lo hizo, manteniéndose en guardia. El arco de Arya apuntó a Sammar; ante ellos, un Baloor protector de su invocador. Una simple oscilación, una leve brisa y el cielo se rasgó centelleante. Lid usaba todos los conjuros que conocía, Moses desenvainaba su estoque al tiempo que intentaba embestir al anciano. Arya, en un intento de desespero, usó sus fuerzas en la transformación. En los oídos de Arya resonaban las preguntas de Sun, era cierto, ambos atacaban por el hecho de que el Baloor había aparecido. Pero sus motivos, ocultos ante ellos, eran otros.
Los minutos se hicieron eternos ante los ojos de Arya, aquél anciano era coaccionado, sus movimientos eran cada vez más lentos y sus fuerzas disminuían. En los ojos de Arya se encontraba ahora el dolor y la tristeza, ante ella Sammar se encontraba en el suelo, rematado por los rayos procedentes de Lid. Dura batalla, vencida, al menos estaban vivos…
Los ojos de Arya volvieron a abrirse, observando la oscura cueva. En su interior tenía el presentimiento de que Sammar se encontraría allí, irónico y engreído como el primer día. Miró hacía la entrada, ninguna sombra, ningún indicio… Quizás el vacío que tenía presente, era la consecuencia de que no podría volver a maldecir a aquél anciano.
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