martes, 14 de agosto de 2007

II.

Su cuerpo se desplomó debajo de aquel árbol, como un peso muerto, cansada, había vagado sin rumbo durante horas. Su mano se deslizó por al capucha haciendo que esta cayera. Sus ojos negros se perdieron en el ocaso, fríos, sin sentimientos, misteriosos pero en ellos se hallaba ese aire de elegancia. su pelo plateado cortaba la suave brisa, recién levantada.

- Eres un ángel?

La niña clavaba sus bonitos ojos azules en Arya, la recorría con al mirada sonriente, como si hubiera visto su más apreciado tesoro.

- No pequeña, no soy un ángel.

La pequeña seguía mirándola, entusiasmada, ni siquiera parpadeaba por miedo a que cuando lo hiciera Arya desapareciese. Arya observaba la delgada figura, que tenía delante, sus ojos se cruzaron con los de la pequeña al tiempo que en sus oídos resonaba la voz de la niña.

- Sí, tienes que ser un ángel!! Mamá me describió a los ángeles y tú eres como ellos.

- Cómo te llamas pequeña?

- Suggo

Se acercó a Suggo y se acuclilló ante ella, observaba con gran detalle el rostro de la niña, entusiasta, sus ojos irradiaban una felicidad pura, incalculable, tan segura de sí misma. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Arya, cuando Suggo la abrazó y cayeron al suelo.

Un batir de alas, una figura borrosa en el filo de un precipicio y unas plumas impulsadas por el fuerte viento, proveniente del océano
Un sólo segundo, como un simple parpadeo.

Exhausta, observaba a la pequeña, el cuerpo le temblaba levemente mientras intentaba recordar la imagen. Volvió en sí cuando la delicada y pequeña mano de Suggo cogió la suya, para ayudar a levantarse.

La pregunta le brotó de los labios, sin pensar, entrecortada con un fino hilo de un sentimiento que Arya desconocía, tal vez miedo.

- ¿Qué a sido eso?

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