martes, 14 de agosto de 2007

VIII.

Es extraño, hace unos meses la hubiera llamado débil e inútil pero ahora, una sonrisa se dibujaba en su rostro. La perplejidad asomaba en el aire cuando Arya vio a Lid, sus ojos examinaban las dos alas que sobresalían de su espalda.

Las palabras de rivalidad se tornaron comprensión y complicidad, quizás no eran tan distintas como siempre habían pensado o simplemente sus rivalidades se basaban en superarse mutuamente. El motivo que fuera, había desaparecido.

Aquella Hechicera había mejorado, prueba de ello eran aquellas magníficas alas, membranas hechas para volar, increíbles y majestuosas como cualquier tipo. Pero el rostro de Lid era de miedo, el temor recorría sus venas debido a ese nuevo poder. Su único pensamiento era que pertenecía a alguna clase de demonio, irreconocible a su parecer.

Su cuerpo se balanceaba a cada paso por el peso de sus, enormes, alas. La llegada a la biblioteca de Ambash fue un sufrimiento, incalculable, para Lid. Miradas furtivas, los ciudadanos temían aquello que era nuevo para ellos; los guardias, apretaban con fuerza sus empuñaduras ante Lid y Arya. Arya osaba echar las mismas miradas a aquellos que las desprendían, sus sentidos se mantenían alerta ante cualquier movimiento. Ante los ojos de Arya, Lid, era ahora una niña, que debía ser protegida de las amenazas.

Un suspiro rasgo el silencio de la biblioteca, el bibliotecario observaba a las recién llegadas con aire temeroso y de superioridad, insoportable ante los ojos de Arya.

- Odio empezar por allí pero será mejor ir directamente hacía la sección de Demonios Alados...

Arya dejó de mirar amenazante al bibliotecario, mientras sus pasos seguían a Lid. Fueron horas las que pasaron buscando informaciones fallidas, incoherentes o simplemente imposibles. Cada pista les llevaba de nuevo a un callejón sin salida. Cansadas, habían revisado y releído cada tomo; sus ojos se cerraban ante las letras, borrosas parecían bailar ante su vista, burlándose de su testarudez en encontrar lo que buscaban.
Los pasos del bibliotecario, cada vez más nerviosos, les anunciaban que no eran bienvenidas. Arya sabía que ese viejo, holgazán, podría aminorarles el trabajo pero no pensaba pedirle algo a un individuo como aquél. Antes pasaría horas molestando con su presencia.

Ante ellas se encontraban tres tomos, abiertos por los puntos más interesantes, uno de ellos trataba sobre unos demonios alados, Fey'ri, descartados por su condición y su aspecto. Arya cogió el otro tomo, Súcubos...

- Oye Lid...tienes mucho éxito con los hombres?

La afirmación de Lid era obvia, además esa respuesta ya era conocida de antemano por Arya. Su voz empezó a leer lo que el libro le ofrecía, las descripciones y coherencias que éste aportaban eran ajustables a la condición de Lid.

- Un Súcubo y un Avriel maldita, vaya dos estamos hechas

La risa invadió la biblioteca, ante el comentario de Lid, el bibliotecario ardía de rabia pero descartaba la posibilidad de comentar algo, según pensaba Arya por temor. La risa se torció, se volvió silencio, Lid volvía a tener el miedo escrito en los ojos. Dudas, temor...

- Nadie me aceptará en ningún sitio...que voy a hacer, Arya?

- Las mentes son débiles, temen aquello que no conocen. Debes aceptarte tu primero, para que los demás lo hagan si aun así no lo hacen...

- Si no lo hacen perderán una buena aliada

Lid cogía confianza ante las palabras de Arya, quizás había superado la barrera de rivalidad que se alzaba ante ella y Arya. Arya pretendía advertirle, enseñarle la realidad que pronto sería descubierta por sus propios ojos, aunque eso lo hizo desde el primer momento.

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