martes, 14 de agosto de 2007

IV.

Ante ella, el precipicio que siempre recordaba. Una fugaz ilusión se posó en sus ojos, entristecidos recordaban lo que hace años presenció. El fuerte viento golpeaba su rostro, temeroso de que las lágrimas empezaran a verterse.

Del rostro de la dama caían lágrimas recién nacidas, sus verdes ojos miraban a su hija, mientras en su rostro se dibujaba una sonrisa. Las plumas, de sus delicadas alas, eran arrancadas por el viento. El murmullo del océano gritaba enfurecido, reclamando a la dama. La pequeña corría hacía su madre, interminable el camino que las separaba; en vano, sus rodillas se desplomaron ante el filo, su brazo se alargó buscando el de su madre y la visión se le nubló. Un hilo de voz "Arya..". Su madre, engullida por el insaciable océano, y éste se burlaba de ella.

Sus pasos terminaron ante el filo, sus ojos se tornaron fríos, desafiaban a aquel que antaño se burló de ella, sin piedad y sin sentimiento. Se encontraba como hace años estuvo su madre, la misma imagen era apreciada por el infinito y oscuro océano, su murmullo reclamaba lo que no consiguió obtener en otros tiempos.

Una sonrisa se dibujó en su rostro y el océano enfureció sus aguas, su cuerpo caía como peso muerto hacía las oscuras aguas. Una caída, sufrimiento insatisfecho y necesario, sus ojos se cerraron, recordando a sus padres. Las alas se abrieron en un movimiento rápido y su cuerpo se mantuvo ante el roce del brazo de las olas, intentaban alcanzarla en vano.

- Nunca conseguirás tenerme

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