La joven avariel tamboreó los dedos sobre la mesa de su escritoria, esa mesa a la cuál siempre acudía a última hora del ocaso. En el momento donde el astro mayor se fundía con las sombras de la Dama Sehanine. Había tomado la costumbre de tomar nota de sus pensamientos en un pequeño diario. El diario constaba de una tapa de cuero curtido de tejón y una pequeña cinta del mismo material, lo suficientemente pequeño como para poder trasportarlo en su bota distra.
Se llevó ambas manos al rostro y suspiro cansada, muy cansada. Muchos eran los peligros que los bosque silvanos perecía y muchas eran las decisiones que debía tomar. Para esas decisiones la habían educado en Myrravin, la Ciudad Aérea. Apartó sendas manos de su rostro y se limitó a abrir el diario que ahora descansaba sobre el escritorio que tenía delante. Su diestra tomó la pluma que descansaba en el tintero y, tras sacudir la tinta de la pluma, comenzó a escribir.
Los ríos se secan, las lluvías han cesado durante dekhanas, los animales y la flora se mueren a falta de agua dulce. No hemos encontrado reservas de agua cercanas a nuestras tierras y más son los peligros que nos acechan. Svesngard, nuestro lider, ha desaparecido y no encontramos nada que nos lleve hasta su ubicación. Estoy segura que él podría hacer llorar a las nubes, vencer a la ira de Talos, y dejar que sus lluvias con la sagrada calma de los dioses silvanos hicieran renacer a este marchito bosque. Los aliados, las treguas que durante años se han mantenido ahora no nos sirven de nada, pues guerreros o arcanos son inútiles en estos difíciles momentos.
¿Cuánto más durará la desdicha de Tymora?
Mis guías de Myrravin me inculcaron en el sendero de los estetas y, aun así, no hallo la forma de hacer concluir el agonizar de nuestro bosque. Los miembros del círculo druídico aun son demasiado jóvenes en la senda de sus dioses y dudo que puedan controlar la ira de Talos, como podría ahcerlo el Archidruida… pero, quizás, sea posible que con un círculo natural y varios de ellos fuese posible. Debo hablar con ellos.
Cabe la posibilidad, como dijo el joven Adrâhîl, que el problema de esta falta de agua sea debido a al influencia del Orbe. Sin lugar a dudas no me extrañaría pero su paradero, al igual que el de su protectora, es desconocido para mía. El Seldarine ayude a los Vigilantes en su misión de hallarlos y poder reportarnos las nuevas.
¿Qué haremos si el bosque sucumbe a la muerte? No, no puedo pensar en la fatalidad y el cataclismo de los bosques silvanos.
Amywien apartó un rebelde mechón platino del diario y alzó la vista, recostándose en su silla. Algo se le escapaba, algo que no alcanzaba a ver por al venda que cubría sus ojos. Volvió a leer lo que ya había escrito y prosiguió.
Varias han sido las ordenes. Esperemos que los reportes lleguen a manos de Ser William antes de que algo irreparable pase. Tymora nos dé un ápice de suerte para poder salir del pozo que nos hallamos.
Todos tenemos una labor en este instante. Todos y cada uno somos importantes para poder llevar al bosque a su estado anterior. Sólo espero que no tengamos más flancos que defender en esta guerra interna.
Se llevó ambas manos al rostro y suspiro cansada, muy cansada. Muchos eran los peligros que los bosque silvanos perecía y muchas eran las decisiones que debía tomar. Para esas decisiones la habían educado en Myrravin, la Ciudad Aérea. Apartó sendas manos de su rostro y se limitó a abrir el diario que ahora descansaba sobre el escritorio que tenía delante. Su diestra tomó la pluma que descansaba en el tintero y, tras sacudir la tinta de la pluma, comenzó a escribir.
Los ríos se secan, las lluvías han cesado durante dekhanas, los animales y la flora se mueren a falta de agua dulce. No hemos encontrado reservas de agua cercanas a nuestras tierras y más son los peligros que nos acechan. Svesngard, nuestro lider, ha desaparecido y no encontramos nada que nos lleve hasta su ubicación. Estoy segura que él podría hacer llorar a las nubes, vencer a la ira de Talos, y dejar que sus lluvias con la sagrada calma de los dioses silvanos hicieran renacer a este marchito bosque. Los aliados, las treguas que durante años se han mantenido ahora no nos sirven de nada, pues guerreros o arcanos son inútiles en estos difíciles momentos.
¿Cuánto más durará la desdicha de Tymora?
Mis guías de Myrravin me inculcaron en el sendero de los estetas y, aun así, no hallo la forma de hacer concluir el agonizar de nuestro bosque. Los miembros del círculo druídico aun son demasiado jóvenes en la senda de sus dioses y dudo que puedan controlar la ira de Talos, como podría ahcerlo el Archidruida… pero, quizás, sea posible que con un círculo natural y varios de ellos fuese posible. Debo hablar con ellos.
Cabe la posibilidad, como dijo el joven Adrâhîl, que el problema de esta falta de agua sea debido a al influencia del Orbe. Sin lugar a dudas no me extrañaría pero su paradero, al igual que el de su protectora, es desconocido para mía. El Seldarine ayude a los Vigilantes en su misión de hallarlos y poder reportarnos las nuevas.
¿Qué haremos si el bosque sucumbe a la muerte? No, no puedo pensar en la fatalidad y el cataclismo de los bosques silvanos.
Amywien apartó un rebelde mechón platino del diario y alzó la vista, recostándose en su silla. Algo se le escapaba, algo que no alcanzaba a ver por al venda que cubría sus ojos. Volvió a leer lo que ya había escrito y prosiguió.
Varias han sido las ordenes. Esperemos que los reportes lleguen a manos de Ser William antes de que algo irreparable pase. Tymora nos dé un ápice de suerte para poder salir del pozo que nos hallamos.
Todos tenemos una labor en este instante. Todos y cada uno somos importantes para poder llevar al bosque a su estado anterior. Sólo espero que no tengamos más flancos que defender en esta guerra interna.
Dejó la pluma sobre el tintero de nuevo y suspiró, levantántados y estirando sus entumecidas alas.
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