lunes, 13 de diciembre de 2010

Vuelo (IV)


"Antaño, en tiempos pasados.

Hace, aproximadamente, dos siglos y medio dos criaturas vinieron al mundo, dos hijos de Corellon que nacieron unidos. Unidos por la protección del Seldarine.

Raro era el nacimiento de dos hijos bajo el mismo ciclo lunar, tan extraño que un festejo a nombre de los dioses se hizo. Aun así, aunque la unión de ambos era grande algo sucedió pasado el tiempo. Los caminos de ambos hermanos se bifurcaron: el hermano mayor recibió el castigo de cortarle las alas, perecer en la soledad de ser desterrado y, con ello, estirparle sus vínculos familiares al ser nombrado traidor por sus crueles actos; la hermana menor, en cambio, acogió el sendero de fiel devota a su raza y sus dioses jurando a su padre que no tendría relación con el hereje que antaño fue su hermano."

Pero he ahí él con sus insistentes intentos de ser escuchado por mí, viles palabras que mis oídos niegan escuchar por simple ira hacia el que porta mi misma sangre. Aquel que antaño encontramos con sus pulcras plumas manchadas de rojo escarlata por los cuerpos inertes de nuestros amigos. También mis hermanos, aunque en sus venas no corriera la misma sangre. Vil, mezquino y asesino, eso es el que lleva mi sangre y ahora pretende que sacie su culpa con mi perdón. ¡Jamás! Antes pereceré en el mismísimo infierno.

Y una carta se me entregó. Una carta que estaba llena de palabras que repudiaban todo perdón. Hablaba de justicia. Justicia que según ese hereje es tomar la vida de los seres con su propio filo, siendo juez y verdugo. ¿No es esa la mentalidad de un bellaco? Ahí muera, como perecieron aquellos que fueron juzgados a su libre albedrío.

¿Cuánta será la sangre derramada por sus actos? ¿Cuánto se manchará la sangre de mis ancestros en sus propósitos? - Una pluma blanca es adjuntada a la entrada del diario. -

Me siento perdida. Me siento en una tierra árida sin sombras. Me siento sucumbir en el odio hacia aquel que fue mi hermano y mis dotes hacia mis dioses se quiebran.

La Trinidad de Diosas oiga mis ruegos:

- Erdrie Fenya, Madre Alada, calma mis impulsos pues mi mano no será teñida de sangre.

- Hanali Celanil, hazme recordar el amor que antaño sentí por él pues en sus venas sigue corre mi misma sangre.

- Sehanine Lunârco, dame la serenidad que tu sabiduría me ha otorgado durante tantos años pues sino caeré en el abismo de la incertudumbre.

Preciso estar cuerda. Preciso no dejar sucumbir a mi mente en problemas banales que me hagan perder la senda encomendada. Preciso orar en el templo demasiadas horas para apaciguarme. Pero aun así, es la senda que elegí.

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