miércoles, 8 de diciembre de 2010

Vuelo (II)

Una carta me fue entregada con el único emblema de un trébol céltico como remitente. A su lado, una bolsa de contención descansaba con un Orbe de color azabache, del diámetro tan grande como lo podía ser un balón de fútbol y tan pesado como podía serlo un infante de 10 a 12 veranos.

Cuál fue mi sorpresa cuando leí el contenido de esa carta. El pergamino hablaba sobre la historia de los dragones, esa que los bardos cantaban al son de los laúdes de antaño con la única luz que el crepitar del fuego. Comentaba la travesía de una compañía procedente del bosque silvanos de Svensgard, como atravesaron las montañas Pankaskala y llegaron a Thane dónde se les informó el poder del Orbe que había visto aparecerse en su bosque. Pero su travesía no acabó en esas gélidas tierras, descendieron las heladas montañas hasta acabar en Ciudad Mercantil donde Lumier, gran arcana de la ciudad protegía el poder con recelo. Muchas fueron los diálogos, muchos los intentos de predecirla sobre los acontecimiento venideros que ese poder albergaba pero la mujer ya los sabía. Aun así, tras horas de diálogos, el orbe fue entregado a una elfa lunar, a una arcana de los bosques silvanos, Aoi Englen.

Sin embargo, la carta no indicaba por qué me había encomendado tal misión a mi voluntad y protección. Pero por el Seldarine protegería ese apocalíptico dragón con mi vida. al igual que mis hermanos de armas.

Poco después de recibir tal odisea Svensgard fue atacado. Troll, Ogros, Orcos y Goblins tan despiadados que mis heridas tuvieron que ser sanadas por los sacerdotes y oradores del mismísimo templo. Cuán peligroso va a ser la misión que la Dama Aoi me ha encomendado, cuán peligrosa va ser mi travesía en la senda que el Seldarine ha puesto ante mi, pues ahora soy la Protectora del Orbe, de la vida que vive sobre nuestras tierras. Mucha sangre será derramada, muchos árboles gritaran angustiados por ser incinerados en esta guerra, pronto debemos aliarnos, pronto debemos forjar la tregua que antaño se formó pues sino Arthena perecerá bajo el fuego de los dragones.

Los dioses nos presten la luz necesaria para caminar en esta turba oscuridad que ciega a nuestros aliados en su guerra, pues sino pereceremos todos bajo el manto de esta desdichada oscuridad.

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