lunes, 11 de febrero de 2013

Capítulo 3: Información



La elementalista jugueteaba con la daga que poco antes había estado incrustada en el cuerpo del capitán y bostezaba de aburrimiento. Tres marinos sacaban el cuerpo de su antiguo líder mientras observaban la escena de soslayo, la escusa no era verídica, pero a ella le era indiferente. Sus dudas habían sido disipadas en cuanto Bertnard había entrado por la puerta con la nueva capitana. Estuvieran donde estuvieran, él estaba aquí y parecía que ya había tejido un plan de escape.

- Yo que pensaba que tendría que ir seduciendo a cada uno de estos tios para averiguar dónde estoy…  – Sumire se dejó caer en el sofá y miró a su compañero. -  … y vas y apareces.
- ¿Te vas a quejar? – Bertnard apoyó el rifle a su lado, sin apartar la vista de la Capitana que estaba dando ordenes a sus lacayos.
- ¿Por qué no? He tenido que matarlo yo, si estabas en la nave tendrías que haber llegado antes. – bufó Sumire con fingida molestia.
- ¿Y dejarte sin diversión? – la miró con su característica sonrisa.

Ambos rieron y desviaron la vista a la figura femenina que se alzaba ante ambos. La mujer era de complexión media y alta, aunque cualquiera podría superar la altura de la Elementalista. Sus cabellos eran cortos y oscuros, mientras que su rostro mostraba unos ojos ligeramente rasgados y un mentón perfilado.

- Salta a la vista de que no tenéis ni puta idea de dónde estáis, así que ¿dónde se supone que queréis que mi nave os lleve? – se dejó caer sobre el sillón que había enfrente de ambos y entrecerró los ojos.
- Que cariñosa –sonrió Sumire y cruzó las piernas despreocupada. – Salta a la vista de que estas en deuda con nosotros por tu nuevo puesto. Así que si nos das una orientación geográfica podríamos decidir.
- Estas en el camarote del capitán rebusca en las cartografías. – Entrecerró los ojos y apoyó la mano en la empuñadura de su revolver, mostrándose territorial.
- No hace falta que te alteres tanto, sólo me acosté con él, disfrutó, y lo maté. Te ahorré el mal trago de tener que acostarte con él, deberías estar agradecida. – ya estaba mirando alrededor buscando los mapas– Además… El Cazador es mejor en la cama, no te perdiste nada interesante.
- Serás zorra.. – musitó en una sonrisa la Capitana antes de reír a carcajadas.

Bertnard y la Capitana, se enfrascaron en una conversación poco interesante sobre las cláusulas del trato actual que tenían vigente. Para Sumire, todo trato ajeno a sus intereses, le era indiferente. Ellos seguían siendo Blanco y Violeta; mientras que la Capitana dio un nombre más verídico, Moira, aunque desconocían si ese sería el verdadero. Tampoco importaba lo más mínimo. La conversación derivó al estado militar de la zona, dónde los revolucionarios se peleaban con los aliados; mientras que los cazarrecompensas y mercenarios barajaban sus cartas a favor de unos y otros, según el mejor postor.  

Sumire extendió por fin un mapa del desierto y observó la brújula que había bajo su mano. En base a las ruinas de Marlack, donde los habían encontrado horas antes, y la situación actual de la nave, se dirigían hacia la ciudad de Ambash, situada en el desierto de Shagdul. El único desierto que le sonaba era el Desierto de Cristal, custodiado por ese dichoso dragón en las tierras áridas del sureste del continente. ¿Dónde demonios estaban?.

- Vamos rumbo a Ambash. Es el único puerto donde podemos atracar sin ser detenidos y es una ciudad con buenas conexiones. Os bastará para que saquéis vuestros culos de mi nave y estemos en paz. – gruñó antes de levantarse. – Ya he perdido bastante tiempo con vosotros.

Moira salió del dormitorio mientras se la oía gritar nuevas directrices a los que vagueaban por el pasillo que tras unos cuantos disparos, insultos y gritos a los que se les unió el rugido de la voz del Norn sumamente cabreado. Poco más duró el revuelo y la calma reinó en el pasillo tras la puerta de madera.

- Y no te ha hecho falta ni acostarte con ella. - dijo Sumire mientras verificaba de nuevo la ruta cuando la nave viró por última vez. – Estas perdiendo tu dote de ligón.
- Simplemente estoy reservando esa baza por si nos traiciona en el contrato.
- Claro, claro. – sonrió ella.

El cuerpo del Cazador se desplomó en el sofá con un suspiro de dolor. Su compañera no tardó en deslizarse a su lado, dejando el mapa y la ruta de la nave, para comprobar la gravedad de sus heridas con fingido desinterés. Deslizó sus dedos por los botones de la camisa, desabrochándolos despacio, cuando los hubo desabrochado dejando al descubierto su torso, acarició con delicadeza cada rincón de su torso para comprobar que no hubiese ningún hueso roto.

- ¿Ahora te gusta más el sexo duro? – se limitó a sonreír cuando comprobó que sólo eran algunos hematomas sin roturas.
- Si yo te contara. – sonrió y la atrajo hacia él para besarla.

Entrelazaros las lenguas, la una contra la otra, haciendo que sus cuerpos se incendiaran y se pegaran más por la fricción de la pasión. Las respiraciones se entrecortaron siguiendo con una melodía de gemidos que acompasaba las caricias que envolvían ambos cuerpos con urgencia. Sumire se había sentado encima del regazo de su compañero, lo suficientemente cerca para poder acompasar su agitada respiración a la de él y sentir como su miembro se endurecía entre sus piernas.

- Shhh. – deslizó su lengua por su mandíbula, algo que le encantaba, y le mordisqueó el lóbulo de la oreja con un ronroneo que no consiguió reprimir - Deberías descansar, luego prometo seguir.

Le depositó un beso corto en los labios y le sonrió, esperando que esta vez entrara en razón. Lo cierto es que, aunque lo consideraba una gran putada, él debía descansar.

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