viernes, 2 de diciembre de 2011

Tercer paso



Ela, Ala y Oli, esos son los nombres de las crías. Parece ser que están destinadas a salvarme en un futuro. ¿De qué? Lo desconozco. Sin embargo, no permitiré que la vida de esas tres pequeñas se evapore por la supervivencia de mi propia existencia; por tanto, deberé permanecer alerta, ahora por ellas y por mi.

El Oráculo es una visión aun efímera para muchos, un vago recuerdo o ente del que han oido rumores. Su símbolo, la rosa negra, se presenta ante nosotros siempre que está cerca o precisa que lo encontremos. Fue extraño cuando Melkior desapareció con el mero roce de su mano con la superficie acuífera, la magia natural que se percibía, siendo esa fuente su canalizador directo.

Ahora que lo pienso con frialdad, los rumores que he oído y las acciones que he visto de ese ser han sido de protección. En la mayoría de las veces sus acciones son para salvaguardar la vida que se desvanece. La primera ocasión que oí de él fue por Melkior, le había salvado la vida y como comprobé posteriormente no sería la última vez. La segunda vez Naala -creo que ese es el nombre por el que se hace llamar Ushandra on rol- fue llevada a algún rincón del bosque para indicarle que debía salvar la villa. Los que atacaron en esa ocasión fueron los drows, de esa forma el Oráculo se presentó en el templo sanando a nuestros heridos tras el ataque. La tercera circunstancia fue cuando hallé a mis pequeñas. La cuarta ocasión un varón habló de él y como lo había salvado. En la última ocasión fui yo misma quien estuvo con él.

Cuanto menos misterioso, como podría serlo alguien que se denomina Oráculo. Un Oráculo, según las leyendas y los ancianos de mi aldea, son aquellos que prestan atención y escuchan otorgando a sus oyentes una respuesta con sabiduría; según las creencias populares de los humanos, es aquel que da las respuestas de los dioses naturales o los mismísimos paganos a las preguntas que ellos mismos no saben responder. Quizás, sea ambas, quizás sólo una o ninguna.

Pero en algo coincido con él. El equilibrio debe mantenerse en este mundo dónde la balanza del mal empieza a resurgir, aplacando las acciones de los hombres de bien. Y para mantener esa balanza debo comenzar a no caer en el temperamento de mi propia juventud. No caer en los juegos de aquellos que se creen superiores por el mero hecho de obrar con grandeza y protección. No creer en la intolerancia de aquellos que nos juzgan por tener diferentes ideales; ni caer en garras de aquellos que, nublado su propio juicio, nos hacen creer que nosotros somos quienes nos equivocamos.

Me temo que preciso más meditación… Silvanus, ten paciencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario