viernes, 10 de septiembre de 2010

Retazos

Nombre: Aria (Ariadnne)
Apellido: Nain
Raza: Elfa Lunar.
Sexo: Mujer.
Alineamiento: Neutral Bueno.
Profesión: Druida/Clériga
Deidad: Padre Roble.


Descripción:

Esta peculiar fémina tiene un gran parecido a su hermano, Elren. Aunque en la raza élfica no se han visto demasiados casos de gemelos ellos fueron aceptados sin dilaciones como un don de los dioses.

A simple vista es una joven de no más de 1’65 y de constitución endeble pero esbelta figura, casi siempre oculta por la capa y una capucha de fino lino. Su tez es de un color pálido pues es descendiente de los elfos lunares. En su rostro destacan sus ojos azules con destellos dorados, a contraste con la clara piel, y su larga cabellera de un color platino.

En su espalda pende un arco largo con runas élficas grabadas en su madera, junto con un carcaj, y en su cintura suele estar envainada una cimitarra que trata con mucho mimo. Seguramente el recuerdo de alguien preciado.

Prólogo.

“No perdáis vuestro tiempo ni en llorar el pasado ni en llorar el porvenir. Vivid vuestras horas, vuestros minutos. Las alegrías son como flores que la lluvia mancha y el viento deshoja.”

La oscura sombra alzó el brazo haciendo que el rapaz que ahí descansaba batiera las alas en la oscuridad que Selûne les brindaba. El bosque había empezado su danza nocturna: los variopintos ojos de los caminantes nocturnos que buscaban algo de comer bajo las sábanas de hojas que el viento había tirado hacía ya días. Un pequeño lirón se desperezaba bajo las raíces de un árbol pero pronto asomaría la cabeza por el hueco y saldría en busca de algo de alimento. El ulular de un búho daría paso a una caza silenciosa de la vida nocturna de ese bosque.

El halcón, que poco antes había sido premiado con un trozo de carne cruda, surcaba ese mismo bosque con indiferencia. Alcanzó los lindes del bosque que daban paso a las llanuras y siguió batiendo sus alas hasta llegar a los escarpados riscos de las primeras montañas. Tardaría varias horas en atravesar esas prósperas montañas pero al fin alcanzaría otro terreno boscoso. Descendió dando vuelta bajo un terreno en concreto y se depositó sobre una rama baja observado a la fémina que allí se encontraba. Allí se quedaría hasta que la joven le percatara de su presencia.

La joven de puntiagudas orejas se encontraba acuclillada bajo unos arbustos y arrancaba sin dilación una porción mínima de algún tipo de planta que serviría para algún ungüento. Dio varios pasos laterales, en esa misma posición, y tomó algunas bayas del arbusto vecino que pronto acabaron en sus propias fauces. Ladeó la cabeza unos segundos en dirección al halcón y sus puntiagudas orejas se movieron ante un débil sonido.

- Ah, ah... - suspiró con cansancio - ¿Ya se ha cansado de estar solo?

Se enderezó, con algunas bayas de más en su enguantada mano, y se dirigió hacia la rapaz depositando su brazo en vertical, a la altura de su pecho, para que tomara posesión de él en su espera. Entregó varias bayas al cansado animal y lo acarició con mimo durante varios minutos. Pronto tomó el mensaje que descansaba en la pata del animal e hizo que éste se colocara en su hombro. Desenrolló con parsimonia el pequeño pergamino y observó la conocida letra de su hermano. El pergamino con simbología élfica citaba así:

“Hermana, en Svengard hay sitio para ti y para mi. Voy a necesitar de tu ayuda aquí”


La joven arqueó una platina ceja y miró a su compañero rapaz con cara de interrogación. Musitó una oración en druídico y el pergamino prendió hasta ser arrojado a un pequeño riachuelo que bajaba desde alguna gruta interna de las cavernas del norte.

- Tan conciso como siempre...

Volvió a emitir un leve suspiro y se encaminó hacia donde su hermano la reclamaba. Su lugar de nacimiento: Svengard. Aquel lugar que habían abandonado por tantos años y ahora no comprendía el afán de Elren por volver a las tierras que los habían visto nacer. ¿Sería acaso nostalgia? ¿Reclamo de su verdadero hogar?.

No tenía elección. A fin de cuentas, la sangre llamaba a la sangre.

Hizo alzar el vuelo a la rapaz y en una leve sacudida tomó la forma de una loba de platino pelaje. Aulló con todas sus fuerzas ante la magnífica luna, de la misma forma que un lobo alfa llama a su manada, y emprendió la marcha hacia las montañas. Sker, un enorme lobo de pelaje oscuro y ambarinos ojos, no tardaría en unirse a la fémina en su larga marcha.

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