“Nada es veneno, todo es veneno: la diferencia está en la dosis.”
… mis manos se guiaron por instinto hasta el cierre de mi capa, al notar el frío de las blanquecinas montañas de Thane. Oteé un momento alrededor, el grupo había desaparecido, quizás ya estaban de camino a Svensgard no sería de extrañar con Gaerali al mando. Mi vista se desvió hasta mi acompañante, Mick, que empezó a caminar dejando sus pesadas huellas en la inmaculada nieve. Supongo que teníamos trabajo que hacer…
El Agujero de las tormentas, tan tranquilo como uno cabria esperar… las magias de los adeptos de ese maldito dragón nos apresaron tan pronto nos vieron aparecer, al menos a mí, vi centellear algunas magias a mi alrededor mientras musitaba un conjuro a los dioses. ¿Por qué tenían que ser tan pesados? Debería a ver recordado lo amistoso que era dicho dragón pero poco tardaron en cesar las magias bajo el ágil filo de Mick. Nuestras vistas miraron el amplio cubil de Svenshut sin divisarlo en las cercanías, quizás fuese suerte o estuviese demasiado cansado para tratar con nosotros temas irrelevantes para él, de todas formas no le afectaban ni sacaría nada con ello.
Los bandidos se habían apostado, como días antes en la entrada del camino, entre un cubil de dragón y un bosque mágico prefería no pensar porque habían elegido tal lugar. Nos debatimos vagamente entre ellos y nosotros, la verdad es que no me interesaban ellos. Cavilé con tranquilidad cuando el silencio volvió a emerger bajo el goteo de la lluvia, ¿qué plantas precisaba?... Miré alrededor y me ceñí la capucha con más afán. La delicada planta se encontraba ante nosotros, sus hojas ovales manchadas y sus tallos serpenteantes representaban mirado de algún modo los pulmones de un ser. La necesidad de la Pulmonaria era debida a su venenosa existencia, la planta en sí era un veneno que tenía la función de acelerar el ritmo cardiaco, quizás a un extremo casi mortal. Corté su tallo sin diligencias y la envolví con cuidado en un pañuelo tras mostrársela a Mick.
El Bosque Mágico se alzaba ante nosotros tan taciturno y tranquilo como cualquier otro bosque a diferencia que este irradiaba gran cantidad de magia. Precisaba otra planta que quizás se hallara en este bosque, aunque no recordaba gran cosa de la Mandrágora, habíamos oído rumores de que dicha planta crecía bajo los pies de un ahorcado y que algunos arcanos la utilizaban para los rituales… pero ¿cómo encontrarla? La figura de uno de los Androesfinges se divisó a nuestro lado, era extraño que esos seres se acercaran a nosotros, o ¿no lo era? No estaba segura, la majestuosa criatura nos preguntó nuestro destino y nuestra búsqueda de la Mandrágora, puesto que estábamos perdidos en nuestra propia búsqueda. El Androesfinge aceptó ayudarnos si resolvíamos unos acertijos. Tres enloquecidos acertijos que nos ayudarían a encontrar el siguiente ingrediente, sino acertábamos nos quedaría ayudar a ese mágico bosque ¿Acaso necesitaban ayuda? Aceptamos sin pensarlo, ni siquiera pedí opinión ha Mick pero no puso objeción entonces supuse que estaría de acuerdo.
Tres eran los acertijos “Soy animal que primero camino a cuatro aptas, después a dos, y por último a tres”, Mick contestó en tono de pregunta si era el humano pero quedaba la duda, quizás el elfo, mediano o enano también contaran en dicho acertijo. Cabía una posibilidad entre otras tantas, Mick afirmó por fin tras las exigencias del Androesfinge y sonrió de una manera que podíamos admirar toda su inmensa dentadura; el segundo acertijo salió de su inmensa boca y recitó “De la tierra va al cielo y del cielo a de volver. Es el alma de los campos pues los hace florecer”, esta vez salió de mis labios la respuesta correcta recitando con tranquilidad la palabra agua, tuvo que recriminarme que fuese la lluvia pero después de todo era el mismo componente; el tercer y último acertijo fue a elección entre cuatro números. Mick eligió el tres al igual que el acertijo sería el número y así recitó las últimas palabras de esa prueba “Verde nací, rubio me cortaron, presto me molieron y blanco me amasaron”, tras pensarlo tendido tiempo las palabras de Mick fueron cortantes, ¿había realizado una amenaza al Androesfinge por el tercer acertijo? Me sorprendí al comprobar que no había divisado la manda de más allá de los árboles. Poco tardó Mick en contestar al acertijo con la palabra trigo y así proseguir a por lo que en verdad necesitábamos.
Otro Androesfinge se presentó ante nosotros, tan majestuosos como el que nos había realizado la prueba, volamos hasta no muy lejos de lo que creí el centro del bosque. Un inmenso árbol se divisaba en el montículo, tiempo atrás un hombre fue ahorcado en sus ramas y el grito de la Mandrágora era inquietante a su alrededor. Buscamos una rama robusta y digna de soportar el peso de un cuerpo, mientras a nuestros pies gimoteaba la pequeña planta. A su alrededor se esparcían los huesos del que antaño fue hombre, retiré con cuidado los huesos y observé incrédula, mis tímpanos se estaban perforando por los incansables chillidos de la Mandrágora, mi alrededor se movía extrañamente. Mick se quejó, supongo que sentía lo mismo que yo, las Mandrágoras eras conocidas por su función somnífera y de crear alucinaciones. El silencio se hizo presente en cuestión de algunos segundos o quizás minutos, no estaba del todo segura. La varita que usaba constantemente Mick hacia que todo se volviese silencio, era curioso… pero no duraría eternamente. Con ayuda de la pala, saqué la mandrágora de su hogar y la volteé enterrándola de nuevo, quizás de ese modo no gritaría pero gritaba. Esperamos hasta que la varita de Mick dejó de hacer efecto y la Mandrágora dejó de oírse, no aguantó demasiado. La planta parecía inerte bajo el peso ahogado de su propia tierra, bueno ya no gritaría más o eso esperaba. Envolví con cuidado la Mandrágora en mi capa y la guarde junto a la Pulmonaria.
El vuelo de los Androesfinges cesó a nuestro lado, parecían bastante sorprendidos de no vernos despeñados en el precipito de al lado… ¿Eso implicaba que más gente deseaba esa planta? El ligero aire que nos rodeaba en el vuelo se hizo escaso al llegar al recaudo de los árboles. Sólo hubo un acertijo más antes de partir al desierto de Athoran, “Vives para ella, y la temes con tu vida” el cual quedó sin respuesta… ¿Algún día llegaría a saber su respuesta?
El desierto de Athoran, caluroso, arena a borbotones, odiaba ese lugar… pero las serpientes lo adoraban, deambulamos por el mismo durante algunas horas, las serpientes como eran de esperar eran escurridizas en un lugar como aquel. La sangre no tardó en manchar la blanquecina arena de nuestros pies, quizás hubiera sido mejor obligarlas a segregar el veneno en vida pero la agresividad de los reptiles fue precoz. Me dejé caer en la arena y cogí el cuerpo inerte de una de ellas, abrí la boca del reptil y presioné con fuerza las glándulas que segregaban el veneno, bajo los colmillos del animal, el vertido incoloro pronto lleno el vial. El veneno de las serpientes se expande por los vasos sanguíneos hasta llegar al músculo cardiovascular, el corazón, produciendo un infarto bastante indeseable si no consigues una cura lo suficientemente rápido como para pararlo. Sería un buen veneno si conseguíamos elaborarlo correspondientemente, estaba segura.
La mesa de alquimista se postraba ante nosotros y los ingredientes estaban puestos sobre la mesa, ahora bastaba elaborarlos. Dos fueron los viales que conseguimos sacar con las partes necesarias de los ingredientes. Los resultados estaban por ver, un veneno que fuese instantáneo e indoloro. ¿Sería verdad?