martes, 1 de febrero de 2011

Entrada II.

>> Nuestros recuerdos de ayer durarán toda una vida. <<

Mientras arrastraba los pies hasta el portal de Menvil, entre sollozos, suspiré pesadamente lamentándome por mi actuación. ¿Por qué lloraba? Había jurado no llorar. En esa ocasión me mostraría cuerda, me mostraría molesta, me mostraría de tantas formas, quería golpearle hasta saciarme… Pero lejos de la realidad, no pude más que llorar cuál bebé que arrebatan su sonajero nuevo y desea ser abrazado para calmarse.

Observé cuidadosamente los amarillentos haces del portal, mientras aferraba con fuerza el anillo que pendía como colgante, y miré una última vez hacía las puertas de la Capital.

Por algún motivo no deseaba marcharme, tantos eran los sentimientos que me embargaban; tantas eran las dudas. Es posible que pensara que no volvería a verlo; quizás, simplemente, fuese otra extraña visión como las que aquel día habíamos tenido. La cabeza me daba vueltas entre la incertidumbre y lo que era real. Aun así, atravesé el portal que llevaría a ese pequeño pueblo, Drensler, que me había acogido unas dekhanas atrás.

Parpadeé para hacerme con la oscuridad de la villa y negué sutilmente. La efímera calidez de su abrazo había sucumbido ya a la leve brisa de aquel lugar; el eco de mi voz diciendo que lo amaba se apagó y un movimiento sísmico había ocasionado que olvidara la sensación de desolación que me embargaba.

Golpeé con ambas manos abiertas mis mejillas, dejándolas con un ligero escozor, y me encaminé hacia donde estaba Jeffrey.