jueves, 23 de diciembre de 2010

Vuelo (VII)

Demasiados hechos han pasado estos días, tantos que estoy confusa. Un dolor punzante y latente está constantemente en mi cabeza, haciendo eco una y otra vez, para obligarme a no olvidar los sentimientos hallados. No pensar, es completamente imposible. He deambulado por el paso de Pankaskala, he luchado sin ayuda de mi guardián y he perfeccionado las barridas a los enemigos. ¿El motivo? Intentar no pensar; pero, aunque sintiera el caliente líquido escarlata sobre mi piel, no conseguía dejar de pensar en ello.

Ambos relacionados y tan distintos...

Es extraño, hacía años que había exiliado todos estos recuerdos. Recuerdos que se erradicaron con aquel que porta mi misma sangre. La inflanqueable muralla que ocultaba esos tiempos pasados fue desquebrajada por la idea de quizás estar equivocada… En realidad me siento ultrajada y engañada. ¿Qué diferencia hay entre engañada y equivocada? Me inculcaron que nos había traicionado, que había asesinado cual verdugo a nuestros hermanos de raza.

Ahora me pregunto cual de ambos puede ser más despiadado: padre al obligarme a observar como esas pulcras alas eran arrancadas con el grito exhausto y dolorido que su propio hijo emitía y se clavaba en lo más profundo de mi alma; o él, que no luchó por aquello que creía justicia y, simplemente, se arrastró tras la dehonrra en el más profundo del auxilio de los Silvanos. En parte, no puedo culparle por huír de este cruenta familia, que no dio concilio a un juicio justo; pero le culpo por irse sin hacerse escuchar.

¿Dónde quedó ese joven guerrero, impetuosos y valiente? ¿Dónde quedó aquel que luchó para sobrevivir en muchas ocasiones? ¿Dónde quedó el que lucho por ser guerero y no esteta? ¿Dónde quedó el que aguantó al maese Andaer? ¿Dónde quedó el que antaño fue mi hermano mayor?

William dijo que vio desesperación, preocupación, sinceridad en sus palabras y culpa… Debe sentir culpa, pues sus manos estan teñidas de sangre de aquellos que llama, ahora, conspiradores de Talos. Talos, dios de las tormentas y la furia, archienemigo de nuestra Madre alada. ¿Acaso la voluntad de nuestro clero es tan quebrantable?.

No obstante, yo debo decidir mi propio veredicto, como me aconsejó William.

Amywien dejó de escribir y observó aquel último nombre que había escrito. Dejó la pluma en el tintero y suspiró pensativa. Por más que intentara compreder a ese hombre no lo conseguía, algo se le escapaba. Algo que la hacía reaccionar sin juicio alguno, en ocasiones, y la hacía caer en el abismo de la confusión.

Cuando la tinta se secó dio la vuelta al diario y abrió la última página de la parte trasera. Tomó la pluma y comenzó a escribir de nuevo.

No creer en el amor, fidelidad y pensar en una sola persona, no poder ser leal al pueblo y a los demás, seguir el dogma de los dioses y la misión que ellos nos aportan… ¿acaso el amor debe ser tan extremista? ¿Por qué no meramente podemos amar? ¿No podemos ser fieles a un dogma y amar a alguien? ¿Es eso cierto? Me niego a creerlo..

Quiero volver a escuchar esa preciosa melodía y quiero darle mi agradecimiento. Quiero que entienda que ya hace todo por el pueblo. Quiero que sepa qué es el amor y que no lo repudie por temor a quebrantar el dogma de Helmo, pues su camino es centrado y dudo que erre sus pasos.

Cuán difícil es darle consejo sobre ese sentimiento.


Dejó la pluma sobre el diario y alzó la vista al techo, dubidativa. ¿Por qué escribía todo esto?

martes, 21 de diciembre de 2010

Vuelo (VI)

Impotencia, debilidad, ira, rabia.

Son tantos los sentimientos que uno puede sentir al ver como alguien está a punto de morir frente a tus propios ojos y ser incapaz de ayudarlo.

Cuán peligroso puede ser enfrentarse a una ilusión. Una ilusión que esconde trampas que podrían ser mortales. El techo se derrumbaba sobre mi, a ojos de mis compañeros incapaces de poder pasar esa barrera mágica que nos separaba. Esa es la magia que los Gennitas temen y odian. Esos son los arcanos que ambicionan el poder de la Urdimbre y usan sus enseñanzas con malicia e incompetencia.

Cuando mis cuerdas vocales se desgarraron por el grito de dolor alguien gritó mi nombre. Fue extraño oír mi propio nombre, bastante, pero poco tardé en identificar quién gritaba. Por unos segundos olvidé el hombro roto y el dolor que esa fractura me ocasionaba, pude pensar una oración para sanarlo o, al menos, obligar a mi hombro a no acabar quebrándose del todo. No obstante, algo más ocurría. Ellos luchaban por hallar la forma de sacarme de esa cárcel mágica; ellos seguían debatiéndose entre la barrera mágica y el derrumbe que amenazaba con sepultarme. Ellos, mis seres queridos y compañeros, no me abandonarían a mi suerte.

Quizás, como creo en ellos, deba creer en el que porta mi misma sangre.

Innumerables han sido las veces que ha instado a contarme lo sucedido antaño pero nunca le he escuchado. ¿Lo haré en alguna ocasión? Sus palabras citan traición, muerte y defensa por su propia vida. Es posible que antaño, aunque su mano fuese la ejecutora de atroces actos fuese por otros motivos que padre no me reveló. Aun así...

¿He de confiar el ese descastado traidor? ¿Debo darle un voto de confianza?

Ay de mí... muchos son los peligros que moran nuestro bosque, y el que porta mi sangre ahora ha sido encerrado en las cárceles. El motivo de su encierro es la protección de los bosques silvanos ante la amenaza de los druidas oscuros. Sus ojos estaban inyectados en rojo escarlata, sedientos de ira, odio o rabia, cuál animal rabioso en busca de una presa. ¿Cómo puedo confiar en su palabra si en su cuerpo ha sido implantado el mal?

Erdrie, Madre alada, déjame ver en ese hermano descarriado si es a la verdad a lo que tanto se aferra para obtener mi perdón. Un círculo de la verdad será llevado a cabo, cuando su maldad sea erradicada.

Por el momento, nuestros problemas nos llevaran al desierto de Norin. El mal implantado en esos hombres del Ónix será erradicado y su líder caerá con la furia de los titanes bajo nuestras sagradas armas. El Seldarine proteja a sus hijos en esta difícil cruzada y me otorgue fuerzas para poder sanar a mis hermanos, puesto que muchos seremos heridos en esta batalla de espadas y magia.

***

Como corderos acorralados en su trampa cayeron pero los corderos se convertirán en lobos.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Vuelo (V)

La joven avariel tamboreó los dedos sobre la mesa de su escritoria, esa mesa a la cuál siempre acudía a última hora del ocaso. En el momento donde el astro mayor se fundía con las sombras de la Dama Sehanine. Había tomado la costumbre de tomar nota de sus pensamientos en un pequeño diario. El diario constaba de una tapa de cuero curtido de tejón y una pequeña cinta del mismo material, lo suficientemente pequeño como para poder trasportarlo en su bota distra.

Se llevó ambas manos al rostro y suspiro cansada, muy cansada. Muchos eran los peligros que los bosque silvanos perecía y muchas eran las decisiones que debía tomar. Para esas decisiones la habían educado en Myrravin, la Ciudad Aérea. Apartó sendas manos de su rostro y se limitó a abrir el diario que ahora descansaba sobre el escritorio que tenía delante. Su diestra tomó la pluma que descansaba en el tintero y, tras sacudir la tinta de la pluma, comenzó a escribir.

Los ríos se secan, las lluvías han cesado durante dekhanas, los animales y la flora se mueren a falta de agua dulce. No hemos encontrado reservas de agua cercanas a nuestras tierras y más son los peligros que nos acechan. Svesngard, nuestro lider, ha desaparecido y no encontramos nada que nos lleve hasta su ubicación. Estoy segura que él podría hacer llorar a las nubes, vencer a la ira de Talos, y dejar que sus lluvias con la sagrada calma de los dioses silvanos hicieran renacer a este marchito bosque. Los aliados, las treguas que durante años se han mantenido ahora no nos sirven de nada, pues guerreros o arcanos son inútiles en estos difíciles momentos.

¿Cuánto más durará la desdicha de Tymora?

Mis guías de Myrravin me inculcaron en el sendero de los estetas y, aun así, no hallo la forma de hacer concluir el agonizar de nuestro bosque. Los miembros del círculo druídico aun son demasiado jóvenes en la senda de sus dioses y dudo que puedan controlar la ira de Talos, como podría ahcerlo el Archidruida… pero, quizás, sea posible que con un círculo natural y varios de ellos fuese posible. Debo hablar con ellos.

Cabe la posibilidad, como dijo el joven Adrâhîl, que el problema de esta falta de agua sea debido a al influencia del Orbe. Sin lugar a dudas no me extrañaría pero su paradero, al igual que el de su protectora, es desconocido para mía. El Seldarine ayude a los Vigilantes en su misión de hallarlos y poder reportarnos las nuevas.

¿Qué haremos si el bosque sucumbe a la muerte? No, no puedo pensar en la fatalidad y el cataclismo de los bosques silvanos.

Amywien apartó un rebelde mechón platino del diario y alzó la vista, recostándose en su silla. Algo se le escapaba, algo que no alcanzaba a ver por al venda que cubría sus ojos. Volvió a leer lo que ya había escrito y prosiguió.

Varias han sido las ordenes. Esperemos que los reportes lleguen a manos de Ser William antes de que algo irreparable pase. Tymora nos dé un ápice de suerte para poder salir del pozo que nos hallamos.

Todos tenemos una labor en este instante. Todos y cada uno somos importantes para poder llevar al bosque a su estado anterior. Sólo espero que no tengamos más flancos que defender en esta guerra interna.

Dejó la pluma sobre el tintero de nuevo y suspiró, levantántados y estirando sus entumecidas alas.

martes, 14 de diciembre de 2010

El Pergamino (I)


El día no era otra más normal de lo que hacía días era, independientemente de las batallas incesantes y los peligros que nuestro hogar corría seguían siendo días apacibles y tranquilos hasta llegado un punto. Aun así, las flautas de alerta resonaban perturbando los corazón de los Tel’Quessir de vez en cuando; y aquella sería una de esas veces.

La llamada de alerta resonó sobre las conversaciones, arrastrada por el viento y la lejanía. Los batidores corrían hacía su llamada al igual que algunos de nosotros. Ser William, Nyu y yo eramos unos de ellos.

- Soldados informen. - la masculina voz sonó autoritaria.

Aun así los batidores seguían alerta por el peligro que nos acechaba. Observé a los presentes, las murallas y como William intentaba averiguar qué había producido la alarma. En la lejanía con gesto alarmado y agitado uno de los hombres gritó, llamando nuestra atención, mientras se acercaba.

- ¡Señora!. – se plantó frente a mí y observó a William, percatándose de él. - Señor.

El batidor se mostraba alterado, su respiración era saturada y estaba segura que su corazón latía más rápido que el galopar de un caballo. No obstante, tomando un poco de aire prosiguió su explicación.

- Señora, un mensaje. La flecha por poco me dio pero no lo hizo. - entre explicaciones el batidor mostraba un pergamino que tendía hacia mi. - Eso es lo que encontamos.

Observé detenidamente el pergamino que mostraba una seríe de dibujos en su trazado. Mientras William seguía dando ordenes de redoblar la guardia y explorar el terreno en busca del causante de tal alboroto. Mis celestes ojos observaban curiosa los trazados pero lo único que conseguía averiguar era lo que significaba la llama y la cara con alas y colmillos. Tendí el pergmaino a William, mientras este seguía dando ordenes y ejerciendo de Capitán. Poco más conseguía discernir de esos dibujos.

Pero, ahí estaba la pequeña Nyu, tan callada como siempre por falta de conocer del todo el común. William se dirigió a los cuarteles para organizar a los batidores y su próxima abatida al bosque. Yo, en cambio, me acuclillé al lado de Nyu y le mostré los dibujos.

- Nyu, pequeña, ¿reconoces alguno de los trazados?. - la observé y la dejé debatirse entre sus pensamientos.

La pequeña asintió al cabo de un rato y fue recitando lo que le recordaba cada uno de los dibujos.

- Sa…gra…do… - señaló el círculo negro con haces de luz. Bajó la mano al círculo que estaba en medio del pergamino, a mano izquierda - Pa..re..cer..lu…na.. – continuó con la siguiente de su izquierda. - O..tro..ci…clo…lu…nar… - tras ello señaló la llama - lla…ma… - y por último el dibujo de abajo del todo, más pequeño: una cabeza con grandes colmillos y alas. - dra..gón…

- Gracias, Nyu. - Asentí sonriendo a la pequeña y me enderecé.

No tardaríamos en partir hacia la biblioteca en busca del Maestro Delmir. Aun así, el maestro nos e encontraba en su descolocada sala, ni en su mesa, ni en ninguno de los pasillos con innumerables libros que inundaban la biblioteca. Katherine andaba de un lado a otro, tan ocupada como siempre aparentaba.

- ¿Desean algo? - su chillona voz me hizo atenderla de inmediato.
- Si, perdone, buscamos al maestro Delmir.

La elfa bufó exasperada y de mala gana. En cierta formm fue gracioso ver lo molesta que estaba con el Maestro Delmir. Cuando pregunté si ocurría algo, se limitó a despotricar sobre su desorden, su descontrol de los libros, su pesadez al no dejarla trabajar e innumerables quejas más que quedaron en el olvido.

- Bueno, ¿podría decirme qué puede deducir de este pergamino?

Katherine tomó el pergamino en sus mano y lo observó descifrando algunas figuras a primera vista.

- Podría ser una carta… aunque entonces denotarián no ser muy listos, sólo han hecho dibujos. Miré, el primer símbolo sería el reemitente; estos dos símbolos - señaló ambas lunas. - el mensaje y esta llama la conclusión. Como no esta cabeza con colmillos, podría ser la firma del mandatario.. ¿Puedo hacer una copia?.

Asentí mientras ella ya se dirigía hacia la mesa y hacia una copia. Una carta.. era posible, aunque aun así solo era una conclusión. Preguntaría al Maestro Delmir sobre sus conclusiones y valoraría las alternativas, aun fuera o no una carta aun debíamos descifrar su contenido. Katherine concluyó su copia y se dedicó a estudiar sus dibujos mientras Nyu y yo volvimos a emprender la búsqueda del Maestro Delmir.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Vuelo (IV)


"Antaño, en tiempos pasados.

Hace, aproximadamente, dos siglos y medio dos criaturas vinieron al mundo, dos hijos de Corellon que nacieron unidos. Unidos por la protección del Seldarine.

Raro era el nacimiento de dos hijos bajo el mismo ciclo lunar, tan extraño que un festejo a nombre de los dioses se hizo. Aun así, aunque la unión de ambos era grande algo sucedió pasado el tiempo. Los caminos de ambos hermanos se bifurcaron: el hermano mayor recibió el castigo de cortarle las alas, perecer en la soledad de ser desterrado y, con ello, estirparle sus vínculos familiares al ser nombrado traidor por sus crueles actos; la hermana menor, en cambio, acogió el sendero de fiel devota a su raza y sus dioses jurando a su padre que no tendría relación con el hereje que antaño fue su hermano."

Pero he ahí él con sus insistentes intentos de ser escuchado por mí, viles palabras que mis oídos niegan escuchar por simple ira hacia el que porta mi misma sangre. Aquel que antaño encontramos con sus pulcras plumas manchadas de rojo escarlata por los cuerpos inertes de nuestros amigos. También mis hermanos, aunque en sus venas no corriera la misma sangre. Vil, mezquino y asesino, eso es el que lleva mi sangre y ahora pretende que sacie su culpa con mi perdón. ¡Jamás! Antes pereceré en el mismísimo infierno.

Y una carta se me entregó. Una carta que estaba llena de palabras que repudiaban todo perdón. Hablaba de justicia. Justicia que según ese hereje es tomar la vida de los seres con su propio filo, siendo juez y verdugo. ¿No es esa la mentalidad de un bellaco? Ahí muera, como perecieron aquellos que fueron juzgados a su libre albedrío.

¿Cuánta será la sangre derramada por sus actos? ¿Cuánto se manchará la sangre de mis ancestros en sus propósitos? - Una pluma blanca es adjuntada a la entrada del diario. -

Me siento perdida. Me siento en una tierra árida sin sombras. Me siento sucumbir en el odio hacia aquel que fue mi hermano y mis dotes hacia mis dioses se quiebran.

La Trinidad de Diosas oiga mis ruegos:

- Erdrie Fenya, Madre Alada, calma mis impulsos pues mi mano no será teñida de sangre.

- Hanali Celanil, hazme recordar el amor que antaño sentí por él pues en sus venas sigue corre mi misma sangre.

- Sehanine Lunârco, dame la serenidad que tu sabiduría me ha otorgado durante tantos años pues sino caeré en el abismo de la incertudumbre.

Preciso estar cuerda. Preciso no dejar sucumbir a mi mente en problemas banales que me hagan perder la senda encomendada. Preciso orar en el templo demasiadas horas para apaciguarme. Pero aun así, es la senda que elegí.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Vuelo (III)




Svenshut rugió. Rugió con tanta fuerza que nuestras almas se encogieron. El Orbe, oculto en una bolsa, latía con fuerza llamando a su aliado. Su calor ardía hasta tal punto que las hebras de la bolsa de contención se hicieron añicos y los conjuros de menguar los elementos nos rodearon a Nyn y a mí. ¿Qué más podíamos hacer? ¿Qué más aparte de intentar que ese Orbe no saliera en busca de su aliado?

Ser William y varios batidores se habían alejado al bosque y nosotras nos debatíamos con la fuerza de un dragón. Un dragón, encerrado en una jaula durante siglos, que anhelaba acudir con su aliado Svenshut. Nuestras fuerzas lo sostenían, mientras el Orbe luchaba por zafarse de nuestras manos y una explosión nos hizo salir disparadas unos metros. Nuestras manos estaban quemadas por la magia emitida pero aun así ambas volvimos a saltar sobre ese cristal que ahora era el Orbe. No sirvió de mucho, de nada... Volvimos a salir disparadas y, según dicen, caímos inconscientes.

Pero nada menos de la realidad.

Ante nosotras se mostraba un coliseo derruido en una montaña lejana y una tenue luz que discernía una gran figura, tan grande que nuestra respiración se cortó al ver al dragón negro que nos observaba con esos viles ojos. No, no era un sueño, no podía serlo, no podíamos, como dicen nuestros aliados, estar inconscientes con esa pesadilla resonando en nuestras cabezas. Mi diestra aferraba con fuerza en brazo de Nyn. Nyn no dejaba de repetir que ella me protegería y yo la protegería a ella. Aun así, ¿cómo podíamos protegernos de tan inmenso enemigo?

El dragón dijo que lo liberaríamos, que nosotras lo haríamos. Que tras siglos de encierra saldría. ¿Lo haríamos? ¿Seríamos nosotras quienes haríamos sucumbir a nuestra tierra? Me negué a creerlo, con un deje de orgullo avariel lo negué y juré que antes moriría, mientras Nyn mandaba que me calmara. Ambas temblábamos, ambas teníamos el corazón tan encogido que podría haberse parado del pavor. La vil criatura alzó el vuelo, observando a sus presas. Las nubes nos envolvieron de nuevo, se acercaban sigilosas, oprimiéndonos y encerrándonos.

No podíamos huir, no podíamos correr, no había lugar donde esconderse en ese nefasto lugar.

Nyn en su última voluntad se agachó para musitar a las hiedras y raíces de los dioses silvanos que nos protegieran de esas nubes y el dragón. La tomé del brazo y la acurruqué en mi para rodearnos con mis alas, aparte de las magias silvanas. El dragón rugió y mientras descendía en picado hacia nosotras Nyn llamó a un rayo para atacarlo... pero sobresaltadas y con las fauces del dragón a punto de devorarnos despertamos alteradas y desorientadas en nuestro templo, junto a Ser Nathelinn.

Pero allí no acabaría nuestros temores, allí no acabaría nuestra lucha... no había hecho más que empezar. Pues mi querida Nyn, como una maldición, portaba el inicio de lo que serían dos inmensas alas a su espalda.

Corellon, padre, proteja a sus hijas de tan vil destino que nos depara. La esencia del dragón en la joven druida y la angustia de su portadora.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Vuelo (II)

Una carta me fue entregada con el único emblema de un trébol céltico como remitente. A su lado, una bolsa de contención descansaba con un Orbe de color azabache, del diámetro tan grande como lo podía ser un balón de fútbol y tan pesado como podía serlo un infante de 10 a 12 veranos.

Cuál fue mi sorpresa cuando leí el contenido de esa carta. El pergamino hablaba sobre la historia de los dragones, esa que los bardos cantaban al son de los laúdes de antaño con la única luz que el crepitar del fuego. Comentaba la travesía de una compañía procedente del bosque silvanos de Svensgard, como atravesaron las montañas Pankaskala y llegaron a Thane dónde se les informó el poder del Orbe que había visto aparecerse en su bosque. Pero su travesía no acabó en esas gélidas tierras, descendieron las heladas montañas hasta acabar en Ciudad Mercantil donde Lumier, gran arcana de la ciudad protegía el poder con recelo. Muchas fueron los diálogos, muchos los intentos de predecirla sobre los acontecimiento venideros que ese poder albergaba pero la mujer ya los sabía. Aun así, tras horas de diálogos, el orbe fue entregado a una elfa lunar, a una arcana de los bosques silvanos, Aoi Englen.

Sin embargo, la carta no indicaba por qué me había encomendado tal misión a mi voluntad y protección. Pero por el Seldarine protegería ese apocalíptico dragón con mi vida. al igual que mis hermanos de armas.

Poco después de recibir tal odisea Svensgard fue atacado. Troll, Ogros, Orcos y Goblins tan despiadados que mis heridas tuvieron que ser sanadas por los sacerdotes y oradores del mismísimo templo. Cuán peligroso va a ser la misión que la Dama Aoi me ha encomendado, cuán peligrosa va ser mi travesía en la senda que el Seldarine ha puesto ante mi, pues ahora soy la Protectora del Orbe, de la vida que vive sobre nuestras tierras. Mucha sangre será derramada, muchos árboles gritaran angustiados por ser incinerados en esta guerra, pronto debemos aliarnos, pronto debemos forjar la tregua que antaño se formó pues sino Arthena perecerá bajo el fuego de los dragones.

Los dioses nos presten la luz necesaria para caminar en esta turba oscuridad que ciega a nuestros aliados en su guerra, pues sino pereceremos todos bajo el manto de esta desdichada oscuridad.

Vuelo (I)

[Continuación de "Antigüas y Nuevas Leyendas" de Aoi Englen]

Aciagados son los tiempos que moramos los habitantes de Arthena. Tan desdichados que el belicoso aire nos embriaga en un miedo infundado por batallas venideras. Profecías de dragones que desde antaño fueron recitadas, ataques de los Ssi’Tel’Quessir. Cuán peligrosa fue mi llegada al preciado bosque de nuestros hermanos.

Pocos días ha de mi llegada. Tan pocos que mis dedos son suficientes para contar la media dekahana que los une. Los Ssii’Tel‘Quessir nos han atacado, los batidores del bosque nos protegen en estas avanzadas que pronto, creemos, será una guerra. Ser William, con la ayuda de la alianza, formará fortificaciones en nuestros bosque para evitar más batallas. Aun así, algo me agita, algo me preocupa. Cuán desmesurada será la guerra que se cierne bajo nuestras tierras.

El Seldarine proteja a sus hijos y a sus más allegados aliados, pues en una guerra que de rojo escarlata teñirá el suelo, nosotros nos alzaremos victoriosos. No pereceremos, combatiremos; pues las almas que pereceran en esa batalla serán envueltas por la luz de los dioses. Permitiendo que su valor les deje reencarnarse en un mundo venidero que los mortales habremos forjado con nuestras fuerzas.