viernes, 22 de octubre de 2010

Runa III. La infante y el lobo.

La pequeña estornudó entre los brazos de la fémina y luego sonrió alzando ambos brazitos intentando coger los tirabuzones oscuros que rebotaban de arriba abajo cada vez que la fémina movía la cabeza. El balbuceo y la risa de la infante sacaron de la conversación a los dos adultos que allí se encontraban dando toda su atención a la pequeña Aoi. La esposa era una elfa de cabello azabache que hacía resaltar su tez clara, mientras que sus ojos eran de un verde intenso; por otra parte, el varón, tenía el pelo color claro, tan claro como los haces de la diosa Selûne y su tez era algo más bronceada. Ambos vestían ropas sencillas que hacían su función, arroparles del posible frío y ser cómodas en la ciudad del bosque donde habitaban.

La infante, de apenas unos meses de vida, tenía la piel clara al igual que sus cortos cabellos. Lo único que resaltaba sobre esa aterciopelada piel de bebé eran esos inmensos ojos azúl intenso que observaban curiosos todo aquello que se le cruzaba. Tan curioso como lo es un niño recién llegado al mundo. En una risa inocente su mano alcanzó lo que anhelaba, un tirabuzón, y tiró de él con todas sus fuerzas que eran mínimas. Narya, como se llamaba la elfa de azabaches cabellos, seguía hablando con su esposo.

- Voronwë no podemos dejarla. - su apenada voz resonó en la sala con un tono maternal. - ¿Es que acaso quieres volver a dejarla en medio del bosque? No podemos, no me pidas que haga eso porque no lo haré.
- No te estoy diciendo que al abandonemos a la intemperie. El lobezno estaba costudiandola y me hubiera arrancado el brazo de no haber usado la magia - el varón frunció el ceño observando el ovillo grisáceo que había en un rincón de la sala, noqueado. - Me preocupa que se abalance sobre nosotros cuando despierte y te vea con esa cría entre los brazos. Es bastante salvaje…
- No digas tonterías. Zhar era aun más peligroso y mira que fiel es ahora. Sólo está protegiendo a la pequeña.


El trío se encontraba de caza esa mañana. Una mañana donde el rocio de la noche comenzaba a secarse por el astro sol. Las alimañas nocturnas se escondían de nuevo en sus madrigueras dando paso a la fauna diurna. Un arco se tensó con cierto recelo y la flecha silbó hasta golpear la carne de un jabalí. No obstante, la presa quedaría olvidada por uno de ellos. Zhar, un lobezno de azabaches cabellos había olfateado algo en otra dirección y había salido corriendo, seguído por Voronwë. Cuando el elfo alcanzóa su compañero animal, entrecerró los ojos. Ante él, se erguía una lobezno enseñando sus fauces y babeando frenético para proteger lo que tenía tras él. Zhar, se abalanzó sobre el lobezno, mientras que el elfo conjuraba un conjuro para noquear al rabioso cánido. La pequeña había sido hallada hacia apenas unas horas en el hueco de aquel árbol muerto, bajo sus raíces y la protección de ese temperamental lobo.

Un gruñido alertó a sendos adultos y las pequeñas orejas de la infante se movieron al oírlo. Sus brazitos dejaron de centrarse en los tirabuzos que poco antes la habían divertido tanto e intentó zafarse inútilmente de los brazos de la elfa. La fémina angustiada aferró con algo más de fuerza a la pequeña para que no resbalase y cayese; pero ésta seguía intentando tenazmente salir de esos brazos. Las puntiagudas orejas del ovillo se alzaron y, pronto, unos amarillentos ojos se centraron en la infante.

- Narya… déjala en el suelo… - el varón habló al tiempo que retrocía unos pasos del animal.

Éste, para ser un lobezno, era como un lobo adulto, y no tardaría en enseñar las fauces cuando la infante rompiera en llanto pero la infante no lloró, seguía intentando alcanzar al lobezno con sus quejas infantiles y los brazos extendidos hacia él. Narya no la soltó. Bajo la vista de su esposo se acercó hacia el lobezno, con Aoi en brazos, y se arrodilló a pocos pasos del mismo haciendo que el animal acabase recorriendo el resto del camino para lamer el inmaculado rostro de la infante.

- Cuidemos de ambos hasta que sepamos qué hacer, Voronwë… - Narya acabó dejando a la pequeña junto al lobezno. - El lobezno sólo estaba apreocupado y la pequeña le tiene estima.

El varón suspiró observando como la infante tiraba de las orejas de la agachada cabeza del animal, mientras que éste se limitaba a permitirselo y obsequiarle con pequeños lametones. Cierto era que toda familia protegía a sus miembros y, a fin de cuentas, eso había hecho ese colérico cánido al creer que iban a quitarle a la pequeña. Ahora, a ojos del elfo, éste simplemente estaba feliz de seguir al lado de la pequeña.

- Bien, amansaré a esa fiera y tu cuidarás de la pequeña. - suspiró tras acercarse a su esposa y obsequiarle con un beso en la frente. - Iré a informar al Irodim y Aya, al menos que ellos esten percatados de nuestros nuevos “intrusos”.
- Intrusos.. sólo es una pequeña elfita y su protector, no creo que lo rechacen tras contarles que estaban a la intemperie. Son unos buenos líderes.
- Quizás quieran quedarsela ellos. - el varón rió por un momento y salió por la puerta mientras su esposa refunfuñaba entre dientes, dejando claro que no lo permitiría.

Narya tomó de nuevo a la infante entre sus brazos, bajo la vista recelosa del animal, y tras acariciarle a él también hizo que las siguiera hasta un pequeño riachuelo dónde lavaría a la empolvada pequeña. Con suerte el greñoso cánido le permitiese larvarlo también.

viernes, 15 de octubre de 2010

Runa II. Batallitas con soldaditos de plomo.


Sendas figuras se encontraban en medio del Asentamiento dialogando sobre cosas tan vanales como lo podía ser una disputa alegre de maldecir el uno del otro, sólo por molestarse. Habían pasado ya bastantes horas desde que Xanos había dejado el Asentamiento para volver a Genn; no obstante la conversación que mantuvo ese trio seguía rondando la cabeza la de joven bruja. Estaba segura que ambos varones, arcano y paladín, estaban dispuestos a combatir en esa mediocre guerra para salvaguardar a sus amigos. Era posible que ella también se involucrara en esa guerra antes de lo que siquiera suponía.

Dek y Aoi habían barajado la posibilidad de seguir al semidragon plateado cuando lo vieron pasar con cierta rapidez; pero éste sólo había indicado que iba a trabajar. Asunto que Dek desestimó con un simple “Leurik nunca trabaja”. No sería la fémina quien dijera lo contrario pues ella simplemente era una recién llegada. Pero las incertidumbres que ambos sintieron fueron rápidamente aplacadas por la llegada de la driada Lego. Apesumbrada y con cansancio les pidió su ayuda con los caidos en la batalla de Nebin. Batalla. Una nueva batalla iniciada por los miembros de Genn, ¿quedaría menguada su cólera por el ataque a Thane hacía unas jornadas? Quién sabía.

El trío de figuras atravesó los bosques de Svensgard, las cuevas de Pankaskala hasta llegar a la entrada de Nebin dónde varios Athorianos se encontraban ayudando a los civiles del lugar y otros maldecían a los gennitas por sus acciones. Aoi observó a los presentes con sierta incertidumbre: los civiles estaban ilesos, la milicia abatida, los refugiados emprendían el paso al desierto dónde pasarían un tiempo hasta que Nebin quedara dispuesta para su vuelta, pero del bando atacante no había rastro.

Un arcano había comentado que los gennitas se refugiaban en Thane, otro que deseaba vertir la sangre de los gennitas como venganza. ¿Acaso no habían sido ellos quienes iniciron estas batallas? La venganza es un plato que debe servirse frío, predeterminado, y eso es lo que habían hecho los miembros del clero. La situación en ese lugar parecía estar bastante calmada, los civiles habían sido socorridos y lo que preocupaba en esa ocasión a la joven bruja era el otro bando aliado. Se acercó ligeramente a su compañero y musitó varias frases indicando que iría a Thane; para alivio suyo él la acompañaría.

Volvieron a recorrer sus pasos hasta llegar a las montañas de Pankaskala y Dek musitó varios conjuros sobre ellos, al tiempo que la marcha de los Athorianos se iniciaba hacia la villa nevada. Corrieron a través de las cuevas sin detenerse a descansar hasta llegar a los portones de Thane. En la colina izquierda varios maeses hacían guardia, junto a un arcano que Dek llamó Zher. Zher, la joven había oído hablar de él días antes. Los maeses refunfuñaron no eran capaces de ver a lso jovenes.

- Yo no veo nada, no abráis. - dijo uno de ellos.
- Pero si están ahí abajo. - dijo otro - Esperad ahora os abro.
- Abridnos los athorianos se acercan - concluyó Dek.
- ¿Entonces abro o no abro? - comentó la voz de Xanos.
- Maldita sea, Xanos, ¡ábrenos! - al fin dijo la fémina.

Las puertas se abrieron lo suficiente para que ambos svensgarianos entraran y tomaran algo de aire. Pero poco fue el respiro que pudieron tener antes de que las magias de los arcanos inundaran los portones del lugar. La milicia gennita gritaba dando ordenes unos a otros, se posicionaban mientras arqueros y arcanos emprendieron el contraataque a distancia. La joven fémina permanecía atrás, escondida con un conjuro de invisibilidad mientras no apartaba la vista de los portones que en ocasiones se abrían para dejar paso a un athoriano que caía a las armas de los defensores. La magia negra inundó las colinas interiores de Thane, la magia revolotea furiosa contra los atacantes y los filos chocaban contra aquellos que osaran entrar a luchar.

- Delith a la colina, contraataca!. - dijo alguno entre ese insufrible alboroto.
- Xanos aquí conmigo en las puertas - dijo unos de los maeses.

Un athoriano entró de sopetón por las puertas principales con tantas magias que era imposible distinguir más de una leve forma borrosa pero en un abrir y cerrar de ojos sus magias desaparecieron por otro conjuro amigo de disipación y cayó en vano frente a los filos de los gennitas. La primera ronda había sido vistoriosa para los miembros del clero. Habían caido tres athorianos reconocidos y algunos gennitas en esa ocasión pero no era moemnto de felicitaciones, aun no. Los humanoides que alli se encontraron no tardaron en alzar la vista agrandando los ojos al observar a la inmensa criatura que se avecinaba a la villa. Un dragon rojo, volaba a ras del suelo intentando arrasar ese lugar y con ello los que alli habían. Las armas volvieron a alzarse contra el dragon, las flechas silbaron de nuevo por el aire hacia sus duras escamas, una lluvia de insufrible lluvia hizo que gran aprte de los gennitas se refugiara bajo el tejado de las casas cercanas para no morir abrasados. Un dragon rojo, Dek, de menor estatura se posicionaba entre la joven fémina y el inmenso dragon mientras intentaba protegerla de algun modo hasta que lso esfuerzos de todos dio su fruto. El dragon rojo fue abatido por los defensores. Podían descansar tranquilos, habían vencido.. habían…

Un temblor atravesó el suelo haciando que todos volvieran a estar atentos, los gritos de alerta resonaron de nuevo en Thane y las armas se cruzaron contra un inmenso gusano. Magias de los arcanos, golpe de armas, y un ardua forcejeo entre todos acabó dejando haciendo que el gusano se desvaneciera muerto.

- Atentos a un próximo ataque. Sombra, ve a mirar. - dijo alguno.
- Se han ido. - dijo otro al cabo de unos minutos. - ¡Hemos vencido!

Gritos de júbilo acabaron envolviendo el ambiente. Habían ganado esa batalla, habían conseguido vencer a los arcanos. Ahora ambos bandos habían abierto la batalla pero ambos habían ganado una escaramuza en esa recién iniciada guerra. Las magias protectoras ban desvaneciendose pocoa poco mientras reían y comprobaban los caidos en esa ocaasión. Los caidos de Athoran habían desaparecido, quizás mediante magia pero eso no importaba. Habían vencido.

El gnomo Zher se acercó a los svengarianos para agradecerles su ayuda, mientras que el joven Xanos nos e le ocurría otra cosa que abrazar a la fémina como vía de expiación entre el júbilo.
- Xanos, no me abraces!! - dijo alterada por el gesto.
- Dek, gracias por tu ayuda. No debiste involucrarte tanto y aun así nos has ayudado. - dijo el gnomo.
- Entonces dame la mano. - Xanos se retiró del abrazo y le tendió la mano amistoso.
- Sólo hice lo que creí conveniente. - comentó el elfo tan reservado como de costumbre.

Aoi le tendió la mano a Xanos mientras observaba al gnomo que también le había agradecido su ayuda. Ella se limitó a quejarse por no ahber sido de ayuda suficiente. No obstante, se sentía bien, muy bien por el desenlace de los acontecimientos. Lo que vendría después aun estaba por ver.

jueves, 14 de octubre de 2010

Runa I. Llegada


La joven estornudó y llevo su mano enguantada en tela de seda a su nariz para así mitigar el picor. Estaba segura que un día, no muy lejano, enfermaría por permanecer tanto tiempo bajo la lluvia de esa región. No obstante, le agradaba ese lugar. Alzó sus celestes ojos del papiro que estaba escribiendo y observó la mano que poco antes sostenía el documento. No tardó en depositar la pluma que mantenía con la diestra en un tintero que poseía sobre la mesa y se quitó ambos guantes observando sus manos. Horas antes, Dek le había dicho que no era sensato portar guantes, pues estos acababan quemados por las magias.

Una leve arruguita se dislumbró en el entrecejo de su inmaculado rostro y suspiró levemente dejando sendos guantes en un lateral de la mesa. Sabía con certeza que pasaría demasiado frío sin esos guantes y eso la obligaba a seguir utilizandolos con frecuencia; aun así, al conjurar intentaría no portarlos para no llevarse un buen susto… al menos el tiempo suficiente hasta controlar del todo el torrente que la Urdimbre le ofrecía a cuenta gotas. Lo que más extrañaba a la jovan es que siendo él, Dek, un arcano que conseguía dominar el tiempo, aunque fue por un escaso periodo, tuviese problemas en controlar su magia sobre el trozo de tela de unos míseros guantes.

Tomó de nuevo la pluma del tintero y tras dar varios toques en el mismo para quitar la tinta apelmazada de más se dispuso a seguir escribiendo lo que parecía una carta con letra fina y elegante, digna de una elfa.

“ […]

…la llegada al Asentmaiento fue algo prematura, como bien os prevení, y parece ser que no en una de las mejores noches pues el lugar fue atacado por un gusano gigante y una horda de orcos. Cierto es que llegué la noche anterior al ataque. No obstante, cabe decir que la horda de orcos cayeron bajo los conjuros de los arcanos de Athoran, los cales acababan de lidiar el problema reciente con el Asentamiento. Días después supe que el problema anterior con los Athorianos fue debido a un mal entendido por parte de una pequeña druida, que me aventuro a decir que podría ser Drin, y un Athoriano que huyó tras el altercado.. dando así un mal entendido claro por ambas partes.

Volviendo al incidente de la primera noche en Svensgard, debo decir que el gusano cayó bajo la mano de los Athorianos y algunos Svensgarianos, tales como Ashner o Leurik. Tras su derrota una gema verdosa quedó pendiente en el aire con influencia mágica. No hace fata decir que al tocar la gema uno de ellos, Zax, quedó atrapado dentro de la gema… y cómo no otro de ellos, el cual se hace llamar Rob, le siguió al tocarla tras ser avisado de posibles problemas.

Tras varios intentos de mitigar el poder arcano de dicha gema, en vano, la gema acabó cayendo al suelo acompañada de una explosión. Bueno, cuando desperté contemplé un portal y a los que quedaban fuera entrar a buscar a sus compañeros. No, no fui insensata. No fui tras ellos. Mis fuerzas acabaron placando tras una herida cuasi mortal que Ashner y Leurik sanaron. Es posible que en caso contrario me hubiera aventuraro al ser partícipe de la Urdimbre pero en este caso no lo ví coherente.

Aunque no indagué he dicho tema, parece ser que todos salieron ilesos de ese altercado.

Días después he observado el comercio de las ciudades aliadas: Athoran, como bien indican, es una ciudad de comercio arcano: ropajes, bastones, papiros imbuidos en magias de diversas runas; por otro lado, Genn, se basa en un comercio de armas forjadas, armaduras y objetos de predominantes para el clero. Empiezo a entender las disputas entre ambas regiones, más o menos.

Sobre la información recaudada antes de mi llegada puedo indicar que ambos aliados de Svensgard estan en continua lucha, aunque en ocasiones intenten calmar sus ánimos, sobretodo en el territorio neutral como es el bosque. Aun así, cabe decir que el último ataque de los arcanos a la ciudad del nort, Thane, ha incrementado el deseo de guerra en estas tierra. El ataque coincidió con mi presentación con Ser Xanos pero poco dialogamos pues nos apresuramos a llegar a Thane en una carrera que se nos unió parte de los caballeros de Genn. Parece ser que Athoran sabe atacar en el mejor de los momentos, pues no había casi protección en la ciudad del norte en esa ocasión. Ciudadanos, guardias y todo lo ser vivo que había allí fue asesinado y empalado como si de mero ganado a punto de ser mandado a las ciudades para alimento se tratase.

Cabe decir, que… todos verifican que el ataque a esa villa fue ocasionado por los arcanos del desierto y algunas pruebas así lo demuestran en la matanza que allí vieron mis ojos. Los caballeros de Genn montaron en cólera pero consiguieron menguarse y ser sensatos tras las palabras del pueblo de Svensgard. Cierto es que esa visión haría estremecerse a los mismisimos dioses pero la colera no atrae nada bueno.

Svensgard se muestra neutral en este envio de puñales entre sus aliados, pues ambos pueblos los son, pero sigo divagando de cuánto tiempo nos mostraremos impasibles ante estos hechos. He de susponer que mientras el bosque no llore nos mostraremos neutrales pero… nos encontramos en medio de una guerra inminente. Y la balanza actual, a mi punto de vista, se decanta por los aliados del clero. Cabe decir que esta balanza es devida a la reservación que los arcanos muestran ante todo aquel que no sea de su ciudad.

Sin más dilación, dicho informe queda concluído.”



La fémina dejó de escribir en ese preciso instante, la carta iría sin reseñas de nombres referentes al receptor ni a ella misma. Lo único que dibujaría en el borde inferior izquierdo sería un trébol céltico, símbolo más que conocido por ambas partes. Tras concluir el trazado del sello enrrolló el papiro y lo rodeó con un lazo de seda teñido en negro para su mejor trasporte. Yang, la pequeña fata, ya estaba danzando sobre la mesa esperando el papiro con los brazos extendidos hacia arriba, tan impaciente como siempre lo había sido.

Sus celestinos ojos miraron a la fata con cara de circunstancia y de sus labios resopló un suspiro antes de iniciar el rutinario sermón que siempre deleitaba a la pequeña con un mensaje.

- Yang, no seas mala, no te tires invisibilidad a menos que haya peligro inminente, ¿me has oído?. Yin te acompañará, así que no le hagas travesuras o será tu último mandato. - el dedo de la elfa apuntaba amenazante a la pixi. - Te lo he avisado y sabes que me enteraré si le haces algo.

Yang refunfuñó como un enano y le arrebató el papiro de las manos tras tirar algo de polvo mágico a los ojos de la joven. Como no, salió danzando a lo alto de la habitación para ver la próxima función de su ama. Ésta se había levantado con los ojos doloridos por el polvo mágico y trastabilleaba con los muebles de la habitación, mientras que la traviesa pixi reía con ganas desde su segura posición.

- ¡Maldita seas Yang! ¡Ven aquí! ¡Te voy a arrancar las alas cuando te coja!
- ¡¡¡Yang, Yang, se va. Adiós, adiós!!!


La vocecilla chillona de la fata se fue alejando entre risas mientras se colaba por la ranura que habia por la puerta entreabierta.

Aoi arrugó la naricilla y suspiró con pesadez. Los efectos de los polvos mágicos y el escozor acabaron apagandose al cabo de unos minutos y pudo ver por fin nuevo. Menos mal que empezaba a acostumbrarse a su mal educada fata.