jueves, 1 de noviembre de 2007

Nacimiento

Aquella noche que había empezado estrellada, se convirtió en una terrible tormenta. El viento arreciaba con fuerza sobre las copas de los árboles, los rayos centelleaban fugaces sobres los cielos y los truenos sonaban por el bosque furiosos; los animales buscaban refugio y los druídas de la aldea mantenían la vista en al entrada de la cueva, esa tormenta sólo predecía muerte y sufrimiento. Entre los furiosos truenos se podían oír los gritos, de dolor, de la hermosa Kigi, estaba de parto.

- Anirion..dónde estas? - la voz de Kigi era arrastrada por el viento, como un susurro, buscando a su amado.

Los druídas, nerviosos, llevaban horas buscando a Anirion, como miembro del Circulo Ázul y superior de los guerreros había partido después de recibir noticias sobre ataques en el extremo sur del bosque. En la entrada de la cueva aparecieron dos ojos amarillos, brillantes, y acto seguído un aullido desesperante, rasgaba el cielo. Los druídas la observaban con respeto, Oscuridad era una loba completamente negra y algo más grande que cualquier otro lobo. Oscuridad dirigió su fría mirada a la aldea mientras se dirigía hacía ella, se detuvo delante del mejor explorador que había, clavando sus tristes ojos en los de él.

- No lo hemos encontrado... - su voz sonaba triste y respetuosa - pero seguimos buscandole. - hizo una leve reverencia a la loba y desapareció en la penumbra del bosque.

Oscuridad miró de nuevo hacía la cueva y aulló; Kigi seguía con fuerte contracciones.

Una sombra corría a través de los árboles, su marcha no aminoraba amenos que encontrase un rastro conocído, junto a ella viajaba el doloroso susurro de Kigi, llamando a su amado. Se detuvo de golpe, alzó las orejas y se mantuvo atenta. El furgor de una batalla cercana, llegaba hasta sus oídos, el choque del metal y los gritos de batalla la hicieron dudar pero un relámpago iluminó el bosque, sus ojos se clavaron en un Orco y un elfo, su cabello era negro como la ceniza y su cuerpo corpulento, por las batallas vividas. Inconfundíble, bajo la mirada de Oscuridad. El elfo mantenía la posición mientras se dibujaba en su rostro una sonrisa, mantenía al Orco a raya mientras que su compañero, malherido, buscaba cobijo. Por las embestidas del Orco se podía deducir que era un general de las Hordas y Anirion no parecía estar en plena forma, tras una embestida fue a parar contra un árbol, en ese instante llegó a sus oídos el susurro de su amada. Sus ojos se nublaron y la sangre de su hombro recorría todo su pecho hasta llegar al suelo.

- Kigi, aguanta!! - con un rápido movimiento del brazo clavó su cimitarra en el pecho del Orco, embestiendole contra el suelo.

Apoyado en la cimitarra, se mantenía encima del cuerpo sin vida, sin percatarse del trasgo que había a su espalda. Un aullido desgarrador sonó entre los árboles, mientras que una loba se avalanzaba contra el trasgo y le arrancaba la yugular. Oscuridad, con el hocico y las fauces llenas de sangre, se acercó a Anirion, él la miro y arrancó su cimitarra del cuerpo inerte.

- Vamos, nos necesita - su mirada se clavaba en al dirección donde estaba la aldea.

Kigi buscaba desesperadamente a Oscuridad y Anirion, las contracciones eran cada vez más fuertes, no aguantaría mucho más aquél dolor, era estremecedor y sus fuerzas disminuían visiblemente. Su padre, el Archidruída de la aldea, intentaba calmar el dolor con conjuros y pócimas, en vano. Ella necesitaba a su esposo y a su hermana, Oscuridad.

- Oscuridad, Anirion... - su voz se desvanecía por momentos, mientras intentaba empujar sin fuerzas.
- Hija, mi pequeña, estan en camino. Empuja. - agarraba la cabeza de la pequeña y estiraba lentamente de ella - ya casi esta.

Una loba aparecía por al entrada, llena de sangre, se tumbó al lado de Kigi y ésta la agarró con fuerza el lomo; la loba aulló levemente.

- Lo has encontrado? - sonaba cansada pero sabía que debía seguir empujando, apretó algo más fuerte el pelaje de la loba y empujó.

La loba dirigió su mirada hacía la entrada, Kigi la siguió y encontró a su amado, empapado y lleno de sangre, se dirigía hacía ella sonriente. Agarró su mano con fuerza, al tiempo que le besaba la frente.

- Siento haber tardado tanto - sus ojos se clavaron en el Archidruída y en la pequeña que sostenía.

Kigi sonrió cansada y susurró un nombre "Tormenta de Oscuridad". Su padre depositó a la niña en sus brazos, Anirion secaba el sudor de su suave piel.

- Descansa, amor mio - un hilo de tristeza emanaba de su voz, mientras por sus mejillas resbalaban las lágrimas.

El iris dorado de loz ojos de Kigi fueron apagandose y sus ojos se cerrarón.Tormenta de Oscuridad empezó a romper en llanto, agarrando con fuerza la mano de su madre fallecida.

Fuera la tormenta había amainado y las estrellas asomaban curiosas sobre la aldea, los druídas escuchaban alegres el llanto del bebé. No tuvieron que esperar demasiado para ver aparecer a Oscuridad y Anirion por la aldea, éste portaba a Tormenta de Oscuridad envuelta en pieles.

Habían perdido a Kigi pero ella les otorgó a Tormenta de Oscuridad, por ello esperaban mucho de aquella niña.

Pasaban los años y la hermosura de Kigi se reflejaba ahora en su hija, había heredado los ojos de su madre y su suave piel; en cambio, tenía el pelo negro ceniza de su padre y el color oscuro de su piel. Su genio se parecía mucho al de su guardiana, Oscuridad, amargo pero dulce, fuerte pero débil.

El día en que Tormenta de Oscuridad supo cómo había muerto su madre, se dirigió a su tumba y cubierta de lágrimas juró ser tan buena como ella. Rogó a su padre que le enseñara a defender y comandar en los bosques, tal como él hacía; y a su abuelo le pidió que le iniciara en la senda del Druída. Así lo hicieron, Tormenta de Oscuridad aprendía con facilidad y eso le llevó a formar parte del Círculo Ázul, donde se encontraba su padre y su madre, antes de morir, aunque sólo era una iniciada le daba fuerzas para seguir adelante. Junto a su guardiana y amiga, Oscuridad recorrían los bosques, como anteriormente había hecho su madre.

Y llegó el día.

- Tormenta, estos bosques ya no pueden enseñarte más - su padre la abrazaba, mientras le sonreía orgulloso - viaja y aprende, cuando estés preparada para ser una gran druída, vuelve.
- Pero padre...cómo sabré si estoy preparada?
- Lo sabrás, pequeña, como tu madre lo supo - detrás suya se encontraba su abuelo y la fiel guardiana, Oscuridad.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Tormenta de Oscuridad y la loba se fue a su lado.

- Oscuridad te acompañará y debes ponerte otro nombre - su padre se mesaba la barbilla, mientras observaba al Archidruida.

Entre los dos hombres se notaba una mirada cómplice, Tormenta de Oscuridad dirigió su mirada a la loba y se encogió de hombros.

- Kigi Naila, como tu madre - ese nombre resonó en su cabeza y acto seguido abrazó a su abuelo y a su padre.

- Será un gran honor llevar el nombre de mi madre.

Antes de partir se dirigió a la tumba de su madre y le explicó los acontecimientos. Y junto a Oscuridad se dirigió hacía Alsip para embarcar en la aventura. Desde el barco su voz fue arrastrada por los vientos hasta su padre.

- No te defraudaré, padre.